En algunos años atrás, en un pasquín de cortesía un reportero habló sobre como desarrollar dicha ocupación en zonas de conflicto; pero más que serlo, tales consejos lo convierten en un blanco móvil
Para empezar, citaré las palabras de Jacques Bergier: “Para ser un espía, lo que uno menos debe parecer es ser un espía”; por lo que dichos oficios son muy parecidos, es decir, que en ambos se trata de obtener información y aventajar al contrario en su propio campo; el reportero se encarga de obtener la información necesaria, para tener al tanto a una población en el mismo campo en el que otros mil se mueven. En pocas palabras -y parafracenado a dicho funcionario francés: “Para ser un reportero, lo que uno menos debe parecer es ser un reportero”.
Y no bromeo -como siempre acostumbro-, no tendré la suficiente experiencia para presumir de dotes de reportero freelances; pero si podré dar mis pocas experiencias y sazonarlos con las de reportero audaces, como lo fue Joseph Pulitzer, o Ernest Miller Hemingway , de los cuales, siguieron ese camino que si bien es anónimo en el momento del echo, por lo menos no lo es en lo póstumo.
Antes que nada se debe de tener un propósito para crear una historia basado en algún echo ocurrido y actual, es necesario saber el por qué se debe saber; si es alguna frivolidad que no lleve ha hacer sólo el ridículo, ni lo pienses; trata de no perder esa objetividad que debe llevar a un buen termino.
Lo siguiente en la lista enormemente acortada, es el disfraz adecuado. En nuestra sociedad, el disfraz más apropiado es de aquellas personas de humilde oficio, como el de vendedor ambulante, bolero, nevero, etcétera. Cabe señalar que es un personaje eficaz ya que permanece invisible incluso al grabar con la cámara o magnetófono, no se ve tan llamativo; de echo, es la excusa ideal para estar lo más cerca posible de un incidente, si se ponen a analizar, un vendedor ambulante no es mal visto entre muchedumbres. Pero si se porta un chaleco antibalas o una escolta, se convierte en el hombre más visible del lugar, por una vieja rencilla puede terminar con él.
El punto que sigue, es de creerse el personaje que se interpreta, ¿por qué? Para así entablar amistad con policías uniformados, socorristas, bomberos, otros vendedores ambulantes. Si se viera como se obtienen información de sobra (desgraciadamente demacrada como para durar de ésta), por lo que no se debe de olvidar la objetividad. Si no es creíble, no se mencione. Recordando las ideas del reportero que aconsejaba el llevar cigarros para con ellos comprar las conciencias de los policías.
Para ser un espía, lo que menos debe uno parecer es un espía
También con el personaje se debe tener un origen de él; una historia simple, sencilla, e incluso ingenua, para no levantar sospechas: “Hago esto por no tener otra oportunidades de trabajo”, “Es que le tomo fotos para decir que soy alguien importante con mi mujer”; o, “¡No te creo lo que me dices…!”; como parte del cuento de este personaje. Se puede usar caló -jerga del idioma también conocido como zincaló o romaní ibérico, en las excusas, pero si no se dominar bien, es mejor no exagerar el uso de este recurso. Lo importante es mantener el anonimato y no llamar la atención.
Por lo que, la permanencia en el lugar debe ser suficiente, si es posible, en poco tiempo, si la historia lo amerita. Ha pasado que el ser demasiado tiempo un personaje se llegue a identificar con la personalidad de uno que ya no se sepa quién es el mito y quien la persona, como le ocurrió a Bela Lugosi con Drácula, a Brad Davis con Alan Parcker en la película Expreso de Medianoche, o con Margaretha Geertruida Zelle ( Mata Hari) con sigo misma.
¡Jamás se debe jugar con el personaje de tal forma que lo sobre-actúes! Por ningún motivo estereotipes demasiado tu personaje que ejecutes; eso es flojear de hacer las cosas y puedes terminar en malos términos con todos.
En la historia policíaca Sherlock Holmes, El Mendigo de la Cicatriz; Sir Arthur Conan Doyle, narra la historia de un adinerado desaparecido, siendo visto por última vez por su esposa y como único testigo un pordiosero con una horrible cicatriz que le tacha la faz, quien fue encontrado en la escena del crimen. A mitad de la historia Holmes, descubre que el pordiosero mutilado y el acaudalado es la misma persona, el cual cuenta la creación de este personaje quien le ayudó amasar su fortuna. Pese a ellos, el hombre siguió explotando a su humilde personaje.
Por último, al dejar este gentil personaje en la silla o en el olvido (que es lo más recomendable), y te sientes -¡tú, reportero!- frente a tu medio, no olvides dos cosas importantes: ¿para qué lo hiciste? y (aunque suene a corruptela), ¿quién te paga por ello?