A raíz de obtener el diagnóstico TEA de mi hijo e informar a mi círculo sobre él, algunas personas me han preguntado acerca de los síntomas que presentaba y que me hicieron sospechar de que, evidentemente, pudiera tener autismo. Fruto de estas consultas he querido escribir un post sobre ello, pues considero que el tema del diagnóstico asusta a cualquier familia, y aunque algunas personas son dadas a enfrentarse a ello y preguntar, otras ni siquiera se atreven. Así que me parece justo plasmarlo y dejarlo a disposición de quien lo quiera consultar.
Un poquito de nuestra historia
Bueno, pues para quien no lo sepa, nuestra familia vive inmersa en el mundo de las Necesidades Educativas Especiales desde hace más de 5 años, y concretamente en el Trastorno del Espectro Autista desde hace algo más de uno, debido al diagnóstico de mi hijo. O dicho de otro modo, mi hijo es un niño TEA (tiene autismo) y esto afecta a todas y cada una de las áreas de nuestra vida (y no en términos negativos, aunque tampoco diría que positivos).
A lo largo y ancho del blog está recogida nuestra historia. Como ya conté, mi hijo fue diagnosticado con Retraso Global del Desarrollo con poco más de un año de vida, y posteriormente nos llegó el diagnóstico de Trastorno del Espectro Autista (TEA). Por aquel entonces, nosotros ya teníamos ciertas sospechas, que además eran compartidas por la psicóloga del centro de Atención Temprana al que llevaba años asistiendo, por lo que decidimos hacerle una evaluación. Ya le habíamos evaluado anteriormente dos veces, habiendo dado resultados negativos, pero esta vez se cumplió aquello de a la tercera va la vencida y… ¡bingo! Se dió el diagnóstico TEA.
¿Cómo sospeché el TEA de mi hijo?
Bueno, como os decía, el TEA de mi hijo fue diagnosticado hace algo más de un año, quizás ya casi dos. No era la primera vez que le pasaban las pruebas; anteriormente se las habían pasado en dos ocasiones, pero habían dado resultado negativo, hasta que esta vez dio positivo. Posteriormente, el positivo fue corroborado por su neuropediatra y su psiquiatra, dándole mayor validez al resultado.
Quizás haya gente que se pregunte que, si el TEA es neurobiológico (de nacimiento), por qué apareció a la tercera evaluación. La razón es simple; cuando los niños y niñas son pequeñ@s, algunos de los rasgos TEA todavía no están desarrollados porque las habilidades que presentan síntomas aún no están lo suficiente maduras como para mostrarlos. Con el paso del tiempo y la maduración del Sistema Nervioso Central, pueden aparecer rasgos que antes no aparecían. Esto es justamente lo que nos pasó. A los 4 o 5 años empezamos a notar un incremento de rasgos, debido a que mi hijo iba desarrollándose y con él, también aquellos comportamientos que los evidenciaban.
Poco a poco, se hicieron evidentes algunos rasgos muy definitorios, como:
- Estereotípias: Las estereotípias las tuvo desde bien pequeño, pero se fueron acentuando a medida que fue creciendo, y sobre todo se generalizaban cada vez a más contextos y estímulos. Repetía palabras inventadas como si fuera un disco rayado, entraba en bucle rodando ruedas y/o objetos circulares y le gustaba mirar muy de cerca objetos con texturas repetitivas. Son solo algunos ejemplos que empezaron poco a poco y se siguen dando actualmente.
- Andar de puntillas: Debido a su Retraso Global del Desarrollo, mi hijo empezó a andar tarde y perfeccionó su motricidad gruesa a destiempo. Con el paso del tiempo empezamos a observar que cada vez andaba más de puntillas, siendo este un síntoma del TEA.
- Aleteo: Cuando mi hijo empezó a correr, me di cuenta de que aleteaba las manos mientras corría. Esto lo sigue haciendo, también cuando experimenta emociones intensas (cuando se pone muy nervioso o contento).
- Hipersensibilidad auditiva: Mi hijo se tapa los oídos cuando sabe que va a sonar un ruido, da igual que sea fuerte o suave. Le tiene miedo al sonido repentino, al susto que le pueda dar. Ya os hablé de la dificultad que tenemos en Fallas (somos de Valencia), pero además, él se tapa los oídos cuando piensa que va a sonar un claxon, cuando ando con tacones en suelos de parquet e incluso cuando tira una pelota al suelo. También tiene terror a que suene una alarma, entre otras cosas.
- Hipersensibilidad tactil: Aunque gracias a las terapias mi hijo puede tocar, ahora, casi cualquier textura, de pequeño no podía con la tierra y la plastilina, y era muy selectivo con los objetos que quería tocar.
- Hipersensibilidad gustativa: De pequeño no toleraba la textura de la sandía, y ahora le pasa con el queso gratinado. Lo escupe en cuanto nota su textura con la lengua.
- Problemas con el control de esfínteres: Mi hijo empezó a controlar el pis a los 4 años y la caca a los 5, por diferentes motivos. La maduración tardía fue uno de ellos. Cuando ya tenía estas funciones maduras, notar salir el pipi y la caca le generaba tal crisis de hipersensibilidad que retenía sus necesidades hasta que se escapaban por si solas. Por suerte, este problema ya está solucionado gracias a las terapias que lleva recibiendo desde hace años.
- Dificultad para mostrar emociones: Mi hijo puede saber en qué situaciones nos ponemos tristes, o contentos, pero no detecta sus propias emociones. No sabe decir si se encuentra triste, contento, enfadado o tiene miedo, por ejemplo. Las personas con TEA tienen claras dificultades para expresar sus propias emociones.
- Habilidades sociales empobrecidas: Mi hijo tiene muchos amigos y juega con ellos, lo que a simple vista puede chocar con su diagnóstico, pues generalmente se considera a los niños y niñas TEA como personas solitarias. No obstante, él no es capaz de sentir empatía por ninguno de sus amigos ni amigas, tampoco respeta puntos de vista diferentes al suyo (por ejemplo, le cuesta mucho entender que su amigo no quiera jugar a lo mismo que él) y esto limita sus relaciones sociales de manera significativa.
- Dificultad para comprender frases hechas: Esta es una de las características que, justamente, su logopeda está tratando en terapia. Mi hijo no es capaz de comprender frases hechas, él entiende el sentido literal de lo que decimos. Para él, expresiones como «me he puesto las botas» o «dar la lata» tienen un significado literal. Esto le crea problemas de comprensión, gestión de la información, ejecución de conductas y relación con los demás.
Sospecha de diagnósticos comórbidos o relacionados
Una vez obtenido el diagnóstico TEA, estamos a la espera de poder determinar si mi hijo posee otros trastornos comórbidos.
Los trastornos comórbidos son trastornos y/o características relacionad@s con un trastorno principal y que se desvían de la normalidad.
Por ejemplo, las personas TEA pueden mostrar altas capacidades y/o TDAH, entre otras características comórbidas. No todas las personas TEA tienen las mismas comorbilidades ni mucho menos, pues el TEA es un espectro muy amplio que admite infinitas características personales. Las hay, por ejemplo, que no poseen problemas asociados.
Poseemos algunas sospechas, desde hace tiempo, de que pueda tener otros problemas comórbidos, que queremos evaluar dentro de un tiempo, siguiendo las pautas temporales que nos están ofreciendo los profesionales a los que estamos acudiendo (neuropediatra, psiquiatra, profesionales de Atención Temprana).
Bueno; espero que mi entrada os haya sido útil y que la toméis como lo que pretende ser: una entrada informativa sin intención de crear alarma ni asustar a todas aquellas familias que tienen sospechas de TEA. A todas ellas, os animo a poner en conocimiento del pediatra vuestras sospechas e iniciar una evaluación, que generalmente suele hacerlo el neuropediatra, psicólogo y/o psiquiatra. Poneos manos a la obra y ¡ánimo!
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