Revista Psicología

Cómo superar el perfeccionismo (y P3)

Por Paulo Mesa @paucemeher

El camino para construir simplicidad - 3ra. y última parte

Para un perfeccionista converso como yo, confesarme en un blog es un "estiramiento" y una forma de disolver el perfeccionismo y demostrarme que no importa lo que otros piensen o digan sobre las manchas de sangre que hay en mi camisa blanca. Al descubrir mi imperfección también me he dado cuenta de que quienes me rodean están cargados con las suyas, lo sepan o no. Mucha gente dice de dientes para afuera: "sí, yo sé que no soy perfecto, sé que tengo mis fallas ", pero por dentro están convencidos de lo contrario y por eso sufren tanto cuando alguien les muestra otra verdad. Encarar las imperfecciones personales es un camino para ver la vida tal como es. Veamos cómo eliminar el perfeccionismo.

1. Mantener las cosas simples: Yo era un tipo bastante teórico con muchas ideas en la cabeza. Al ser tan enredado me estaba perdiendo de hacer cosas más útiles y de impactar más en este mundo. Poco a poco me empecé a dar cuenta de que la simplicidad trae mucha gratificación y mejora la vida. Entendí que la verdadera riqueza del mundo de hoy es el tiempo de calidad; aprendí a emplear mi atención en cosas que de verdad me importaran.

2. Abrirle la puerta a los errores: la tendencia a "darme látigo" por las fallas ha sido una de las batallas más duras que he tenido que librar. No ha sido fácil pero poco a poco he ido aprendiendo algo valioso: si hay algo que te enseña y te educa son los errores. Equivocarme y luego enfocarme en buscar una solución, en vez de lamentarte por lo que hice, me ha vuelto más recursivo, más creativo, más innovador. Equivocarme me ha hecho más sabio, más competente, más experimentado, más "viejo zorro".

"Solo tropieza quien se atreve a caminar" y sentado viendo pasar la vida no iba a ocurrir nada conmigo. Como dicen, las crisis son riesgos y oportunidades, las crisis me muestran de qué estoy hecho y de qué he sido capaz después.

3. Lo perfecto es enemigo de lo bueno: esta es una idea que tuve que incorporar como un "mantra de supervivencia". Si quería ser más productivo, trabajar menos y dejar tiempo para lo que me gusta de verdad, debía aprender a ser ágil produciendo cosas buenas en vez de obsesionarme con desgastarme en cosas perfectas. Al final me di cuenta de que la perfección, cuando se logra, es más una cuestión de maestría, de practicar y practicar, de equivocarse y equivocarse.

4. Planear con sencillez y ejecutar con eficacia: soy un sólido defensor de la planeación juiciosa, sobre todo si va acompañada de una clara noción de sentido y de propósito, es decir, de una comprensión sencilla del para qué de las cosas. Algo que me ha ayudado a vencer el perfeccionismo es vencer la obsesión por los planes sofisticados que "se blindan" de todos los errores.

La cosa es tan simple como pensar de derecha a izquierda, es decir, visualizar el resultado ("la derecha") y empezar desde la "izquierda" a construir la forma de llegar allá. Así le pongo límite a las cosas. Si quiero tiempo libre para mí y para construir una vida sencilla, debo ser absolutamente limpio para ejecutar los planes que formulo. Sin un plan en mente termino haciendo más de lo necesario, más cosas inútiles que no importa hacer. Mientras menos tenga que atender menos distracciones aparecerán.

5. Disfrutarme el camino y soltar la ansiedad por el resultado: una forma de disolver el perfeccionismo es saborearse las cosas en el fluir del momento, tal cual se van dando hasta que el resultado llegue como deba llegar. Acertarle al resultado es algo relativo; puede que algo que a mí me parezca estupendo y sublime simplemente sea basura para mucha otra gente y viceversa. El blog me ha enseñado esto hasta la saciedad; he escrito entradas que me encantan y que terminan teniendo un tráfico irrelevante y otras que me parecen normales pero que se convierten en unas verdaderas bombas de tráfico, comentarios y elogios. De nuevo, el resultado es algo relativo.

6. Aprender a manejar la crítica: este es otro reto complejo. Las críticas suelen hablar más de quien las dice que de uno mismo. ¿Te ha pasado que alguien dice algo de ti y luego alguien más piensa todo lo contrario sobre el mismo asunto? Entonces ya tienes dos opiniones contrarias. Al final solo importa lo que uno mismo piense. Cada quien ve en mí lo que logra ver en sí mismo. Si una crítica se repite, le presto atención y la pongo en perspectiva para saber qué hacer con ella, pero nada más. Eso no me define. Ni siquiera yo mismo he terminado de saber quién soy, ahora mucho menos lo sabrá alguien más.

7. Soltar el control: sí, he tenido que aprender a decirme a mí mismo: "ahí nos vamos yendo... vamos viendo cómo se dan las cosas". Hoy día me parece increíble poder pensar así, pero ha sido la única forma de mantener la cordura en mi trabajo porque una cosa son mis planes y otro asunto es como se dan los acontecimientos.

Casi nunca se sabe cómo saldrán las cosas y he tenido que soltar la ansiedad por controlarlo todo y por tener siempre la respuesta y el camino correcto. Lo bueno de esto es que, de "carambola", mi capacidad de asombro y mi agudeza para ver la realidad se ha incrementado. Cada vez tengo mejor olfato para leer el ambiente, aplicar cambios a tiempo y actuar proactivamente. Todo por permitirme observar lo que ocurre sin forzar nada. Lo repito, no es un proceso fácil, toma tiempo y esfuerzo, pero se puede hacer y los logros son liberadores y fascinantes.

8. Entender el valor de mi propia definición de perfección: aquí me refiero a entender la perfección más allá de mí mismo. Mi definición de perfección pasa invariablemente por el concepto de equilibrio natural. Así de simple. Cuando las cosas se salen de ese tipo de equilibrio entran en el espacio de "imperfección". Esto puede que suene conceptual, pero con algo de práctica se vuelve fácil de aplicar. Si estás trabajando en tu perfeccionismo te puede servir mucho construir tu propia definición de perfección e irla puliendo. Poco a poco te irás dando cuenta de que te has embarcado en un camino hacia la sencillez que empieza dentro de ti y que se manifiesta luego afuera.

9. Simplemente atreverse actuar: hace poco leí un letrero que decía "las acciones siempre prueban que las palabras no significan nada". Los perfeccionistas nos paralizamos mucho por análisis y por nuestra excesiva desconfianza. No se trata ahora de convertirnos en unos impulsivos consumados, que también es otro extremo nocivo, sino de tener claro el propósito, el camino y lanzarnos andar. Esa sensación de ser capaz de atreverse a lo impensable es bastante gratificante y diluye el perfeccionismo con tremenda potencia.

Finalmente digo que soy un perfeccionista converso porque hasta soy capaz de reírme de mi perfeccionismo y de la gente perfeccionista. Lo bueno de la historia es que ser perfeccionista ya me cansa. Enredarme en detalles y superficialidades ya no va conmigo y es un sendero que no quiero volver a recorrer. La luz de la simplicidad me guía a través de un camino por el que ya no me puedo perder. Si te decides a recorrerlo seguro te va a gustar ¡Ánimo!

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