Verán, yo siempre he sabido, de toda la vida, que había muy pocas cosas que realmente me daban miedo o me paralizaban a tal punto de no querer hacer algo. Fue hasta que leí Divergente y conocí a Cuatro que decidí detenerme a identificar mis miedos y hacer una lista de cuáles eran. Para quiénes no sepan, Cuatro es un personaje que se llama así justo porque sólo tiene cuatro miedos.
Cuando hice esta lista también fui consciente de que a veces utilizamos mucho la palabra miedo sin realmente conocer su significado. ¿En serio todas las veces que decía que algo me daba miedo, en realidad sí me daban miedo? No. Lo estaba diciendo sin realmente ponerme a pensar en qué tanto me afectaba decir o hacer cierta cosa. Al final mi lista quedó así:
Mis miedos
- Al agua.
- Las arañas.
- Insectos que brincan.
- Hacer el ridículo frente a muchas personas.
- A decepcionar a personas importantes de mi vida.
Para poder superarlos hice una tabla comparativa. Lo mío es escribir a mano y hacer que la información sea lo más visual para mí, eso me ayuda a ordenar mis ideas y entenderme. Si no es lo tuyo, no necesitas hacer esto. Bien, mi tabla comparativa sólo tenía dos columnas: en una mi miedo y en la otra el que pasaría sí se cumple. Como mis miedos eran más sobre mi propio drama mental imaginando lo que podría pasar, pero no estaba pasando, es que decidí hacer eso. Al preguntarme qué pasaría si se cumplía mi miedo, podía medir las consecuencias de ello y notar que al final mi vida seguiría igual y que realmente no pasaría gran cosa. La vida sigue aunque, mi drama esté presente.
Por supuesto que hubo algunos miedos como el del agua que no resolví pensando en qué pasaría si por alguna razón me ahogaba y ya no tenía acceso al aire (sí, así de intensa soy). Decidí dejar en pausa el miedo al agua y las arañas para pasar los otros tres a otra etapa: vivir mi peor situación de una manera controlada. En serio esta es mi experiencia, no hagas esto si tus miedos ponen en riesgo tu vida. Lo siguiente que pasó fue crear mi escenario para cada uno de mis miedos pero siempre teniendo a una persona de confianza a quien le había contado lo que tenía en mente por si necesitaba ayuda en algo.
Enfrenté mi miedo a los insectos que brincan, como los grillos, simplemente esperando a que hubiera uno en el salón de clase o mi casa para acercarme a él, agarrarlo y sacarlo del lugar para que nadie lo aplastara por error o no tan error. Fue difícil acercarse a un insecto así porque, en efecto, brincó cuando me acerqué, pero mi asco a que cayera en mi boca si gritaba hizo que me aguantara el grito y actuara veloz (ahora me río escribiendo esto). Así ya salvé al menos tres amiguitos y los regresé a espacios abiertos, já.
El miedo al ridículo lo enfrenté en clase de teatro. Yo siempre he sabido que soy una pésima actriz y que seguramente me equivocaría en mi la presentación final. Así fue. Tenía que decir que mi marido se había perdido de amor en la curvatura de mi cintura y dije que se perdió en el arco de mi pie. El público entero se dobló de risa y yo, claro, enrojecí como nunca. ¡Pero no pasó nada! El planeta sigue rotando, acabé la universidad y pasé mi clase de teatro. Nada salió mal.
El miedo a decepcionar también lo superé al decidir ser yo misma, aunque eso decepcionara a familiares o amigos. No les mentiré diciendo que todo el mundo lo tomara bien, pero si que se quedaron en mi vida quienes realmente valía la pena tener cerca. Soy más feliz siendo totalmente yo y sabiendo que las personas que se quedaron no me juzgan a mis espaldas. Jamás me había sentido tan cómoda en mi propia piel.
¿Y qué pasó con los demás miedos? El de las arañas decidí mantenerlo y mejor sacar de mi casa a las arañas pequeñitas que no hacen daño. Al resto les sigo teniendo miedo, pero ya no tanto como antes, ahora sí puedo moverme cuando tengo a una cerca.
El mejor de todos fue superar el miedo al agua. De toda la vida le había tenido miedo, incluso en la regadera no me gustaba que el chorro de agua me tocara la cara de frente. ¿Cómo lo enfrente? Me metí a clases de natación. Así todo el tiempo tendría contacto con el agua y no sólo eso, sino que tendría que pasar mayor tiempo bajo el agua y sentirme cómoda con ello para no hundirme. A los dos meses me sentía tan cómoda en la alberca (que mide 1.25 metros de profundidad) que decidí ir a una alberca más honda, de 6 metros. ¡Sobreviví!
Había niños de seis años burlándose de mí cuando hice mi primera vuelta agarrándome del carril todo el tiempo, pero luego me solté y pude nadar con mis amigos. Iba más lento que ellos y me cansaba más rápido porque no quería dejar de moverme por miedo a hundirme, pero sobreviví y terminé sintiéndome más cómoda. Me metí a natación para superar mi miedo en máximo un mes y ahora ya llevo nueve meses en clases y ya empecé entrenamiento para ir a competencia cuando esté lista.
Al final superé todos en un año y logré mejorar mi autoestima porque me demostré a mí misma que si soy capaz de hacer todo lo que me propongo y que ningún miedo es motivo suficiente para limitarte. Hasta que empiezas el reto contigo misma es que puedes darte cuenta de ello y la satisfacción es enorme. Yo espero que mi experiencia los motive a dar todo de ustedes y un día se levanten con ganas de convertirse en una mejor versión de ustedes mismos. ¡Sí pueden!