He visto un anuncio de este bonito frigorífico:
y he pensado en el pobre Mondrian, en el loco Mondrian, y, por extensión, en todos los pobres y todos los locos que se toman en serio, demasiado en serio, algo que para los demás es solo un divertimento sin mayor importancia.
Ya hablé aquí de Mondrian con mucho respeto y bastante pasmo ante sus obsesiones. Sí queréis os invito a releerlo, porque no voy a repetirlo aquí. Solo quiero hablar hoy de tanta gente que se toma su trabajo en serio y de tanta otra que lo trivializa, toma el rábano por las hojas y desprecia profundamente lo que hay debajo de éstas.
Una empresa de posters llama a este "Cornelies"y dice que es de Piet MondrianOtro MondrianComento brevemente estas tres ilustraciones. La del frigorífico: Mondrian odiaba el verde hasta el punto de pintar de blanco los tallos de los tulipanes que tenía en el estudio. Las dos de los cuadros: Mondrian odiaba las líneas inclinadas hasta el punto de discutir para siempre con su compañero de grupo y (hasta ese momento) amigo Theo van Doesburg porque pintó líneas inclinadas.
Así se las gastaba el amigo. Y habría cometido algún crimen viendo cómo se trivializa su estilo y se toma para hacer bonito decorativismo. Porque Mondrian se tomaba su arte muy en serio, demasiado en serio. Se flipaba mucho, que diríamos ahora. Sus "bonitas" líneas y sus "bellos" colores eran para él como plegarias a una especie teosófica de dios. Su elegancia y equilibro innatos (qué horrorosas estas pésimas secuelas) eran como cristalizaciones de ideas metafísicas.
Era un raro. Y era una de las personas más coherentes y más honradas que ha conocido la historia del arte.
Pero la mafia decorativista no para hasta hacer befa y escarnio incluso de lo más sagrado. Como los resultados de la férrea, maniática, obsesiva investigación de Mondrian son bonitos los tomamos así, sin pensar en nada, para albornoces de baño, cojines y edredones.
Y como además son tan fáciles de imitar ni siquiera los copiamos, no sea que nos emplumen por los derechos, sino que nos los inventamos siguiendo "su" estilo. Y, ya el colmo, terminamos incluso por meter verdes o inclinar las líneas.
Ay, Mondrian, qué fácil parece diseñar en tu estilo y qué imposible es.
Esta falta de interés, este desprecio, lo sufrimos todos los que diseñamos algo para otros. Ya, ya sé lo que me vais a decir: Que precisamente lo estamos diseñando "para otros", y son ellos quienes lo tienen que utilizar y a quienes les tiene que gustar, y que quienes lo diseñamos somos unos prepotentes, unos chulos y unos egocéntricos. Vale, ya hemos llorado mucho estos defectos nuestros, nos hemos dado golpes en el pecho y nos los seguimos dando, pedimos perdón a diario y nos resignamos bastante. Pero también alguien debería considerar que si nos hemos tomado un diseño tan en serio, nos hemos esforzado tanto y hemos barajado tantas opciones para terminar en una solución que nos ha parecido la más satisfactoria no es justo que alguien, sin tomarse la molestia de intentar entender, y a menudo tomando el camino más fácil y elemental, lo adultere y lo destroce. Y no me refiero a que nos creamos tan buenos que no admitamos que lo finalmente ejecutado sea mejor. Es que casi nunca lo es. Podéis creerme.
Pero tampoco nos entusiasmemos: Solo una reducidísima parte de los arquitectos tiene algún talento o una sensibilidad digna de cierta consideración. La práctica totalidad somos muy normalitos, y no somos dignos de exigir una especial atención a nuestras ideas. No obstante, hasta el arquitecto más mediocre tiene una formación y una dedicación que exigiría que sus opiniones al menos se tuvieran en cuenta. Un arquitecto como yo, carente de talento, lleva desde los dieciocho años estudiando arquitectura y desde los veinticinco ejerciéndola. (Ahora tengo sesenta y dos, así que podéis hacer las cuentas). Siempre he atendido a los albañiles y he aprendido muchísimo de ellos, pero también digo sin falsa modestia que de algunas cosas sé yo más. ¿Por qué no se me tiene en cuenta en la toma de algunas decisiones muy importantes? ¿Por qué me cuesta tanto hacer ciertas cosas en los proyectos, y las pocas veces que lo consigo se quedan ahí, en los proyectos?
(Vuelvo a recordar el mural que hice en el pub de mi primo. Ya lo conté aquí: Me han pasado tan pocas cosas y llevo tanto tiempo contándolas que no hago más que repetirme).
Enlazo con lo que dije en la entrada anterior: Las escasísimas veces en las que se consigue algo son un milagro. Lo de siempre es que los demás tomen tu trabajo sin querer entender sus porqués, sin tener el mínimo interés por él (hasta ahí de acuerdo: Mi trabajo no tiene por qué ser bueno ni interesante) y lo utilicen como les dé la gana, manipulándolo, tergiversándolo y adulterándolo (eso ya no: Si mi trabajo es una mierda tíralo a la basura, lánzamelo a las narices, pero no te lo quedes para mutilarlo y disfrazarlo).
Sé que muchos lectores de este blog me entenderéis. Otros me diréis lo que me ha dicho mucha más gente en mi vida profesional cuando he protestado (tímidamente) porque han "violado" mi trabajo sin respeto alguno: "Joder, chico, cómo te pones por esa tontería".
En efecto: Era una tontería. Yo soy una tontería. Mi trabajo es una tontería. Este blog en el que me desahogo es una tontería. Por una vez me quise tomar en serio y no me di cuenta de que todo era una tontería.