Revista Cultura y Ocio
Según Tripadvisor, esa web en la que encuentras opiniones sobre todo tipo de servicios, soy uno de sus usuarios más relevantes. «Si ya, eso se lo diréis a todos». Da igual. Yo soy muy de opinar cuando lo tengo claro; cuando me rechina o me resuena una experiencia por lo que sea.
Internet ha dinamizado mucho todo esto. Ahora puedes opinar al instante sobre cualquier cosa. Proporcionar un feedback al que ofrece el servicio. Pero sin internet también puedes hacerlo cada vez en más lugares a través de unos aparatos de cuatro botones con un rostro que va del enfado al entusiasmo. Te los encuentras en el aeropuerto y en las administraciones públicas… A mí me encantan. Otra cosa es que sirvan para algo, pero uno se queda consolado expresando su opinión.
Ayer pedí comida a un restaurante a través de una aplicación muy práctica llamada Glovo, te traen lo que quieras que quepa en el maletín de su bici o de la moto en un tiempo prudencial y por un módico precio. No hizo más que irse el muchacho que, además de la propina que le di (animado por la sensación de que no debe estar muy bien pagado su trabajo con semejantes tarifas), emitimos una opinión instantánea en la página sobre la calidad de su servicio.
Todo esto ha de redundar en la optimización de aquello que se ofrece. Vas a comprar algo a Amazon y te lees las opiniones antes no sea que el producto no sea lo que parece. Opinar y dejarlo por escrito es una manera de defendernos los unos a los otros. Salvo cuando son opiniones ficticias, que he oído de empresas que las ofrecen por un módico precio.
Pero hay quien solo opina cuando se solivianta. Que esa es otra. El que sale asqueado de un restaurante tiende a protestar en las redes más que el que sale satisfecho o moderadamente satisfecho.
Esta misma mañana he escrito una opinión sobre un programa de televisión, Ven a cenar conmigo, que veía con gusto hasta que apareció una concursante que so pretexto de ser un concurso decidió utilizar la «estrategia» de votar con un 0 sobre 10 a sus oponentes cocinaran como cocinasen. Claro, ganó ella siendo la peor concursante de todos. Me indigné tanto, que he decidido no perder mi tiempo viendo un producto tan nefasto nunca más, manifestándolo como corresponde en las redes.
Hay cosas que no deberían ocurrir, o seguir ocurriendo de según que manera sin que nadie parezca apercibirse de ello. Cosas que, aunque lo parezca, no caerán por su propio peso, esperando a que uno —tú o yo, pongo por caso—, le demos un pequeño empujón.