Te has hecho esperar, ¿eh, sobrina…?
Solamente ya por lo que ha tardado tu padre en encontrar a su pareja ideal; por lo que han tardado los astros en alinearse en conjunción cósmica para arrancar y llegar a ese punto de madurez exacto que uno necesita para cosechar ese paso… ¡Y aunque llegas con días de adelanto, también te has hecho muuuuucho de rogar a la hora de querer salir! ¡¡Vaya vaya, contigo…!!
Bueno, pues aquí está ya tu futuro tío favorito haciéndote un primer regalo, que tras una primera vez, ya pinta casi para tradición. Y es que, aquí tu tío, se pasa la mitad del día en las nubes; en los cielos, como los pájarillos. Y por tanto, he vuelto a pensar, qué mejor que regalarte unas primeras instantáneas de cómo ha recibido tu llegada nuestro mundo, que ahora ya es también, por derecho de nacimiento, desde hoy y para siempre, TU MUNDO.
Son un detalle. Apenas una imagen. Un instante fugaz. Pero capturados para siempre, para la posteridad. Y PARA TI. Son la secuencia de cómo te recibieron los cielos, mi querida niña… La noche, el amanecer y la primera puesta de sol del día que naciste, de tus primeros instantes de existencia. Déjame que te lo cuente. Déjame que te lo enseñe…
En la noche del día en que naciste, la luna asomaba clara, pero perfilada. Delgadita. Finita y delicada, como puedes apreciarla precisamente en esos únicos días del mes en que justo por eso, por estar así, nos ofrece la mejor de sus sonrisas; esas que van de oreja a oreja. Como queriendo anunciar de esta manera que algo hermoso estaba a punto de llegar a este mundo…
La mañana salió clara, de típico día que promete soleado y totalmente despejado. El sol, asomando alegre, con todo su calorcito y toda su energía, fuerza y esplendor, ofreciéndonos sus primeros rayos. Luz nueva, para estrenar un día en que te estrenarás como personita. El inmenso azul teñido de los primeros naranjas del alba, toooooooodo para ti.
No se me ocurre una mañana más bonita para venir a presentarte a este mundo. Y remontando la jornada, fue sobre el mediodía, cuando el sol estaba bien arriba, cuando decidiste, después de día y medio, por fin, salir a probar el sabor de tu primera bocanada de aire fresco.
Agotada, agotados tú y tus padres, terminando la jornada, el cielo de tu primer día con nosotros, del día en que naciste, se dignó a ofrecerte, rindiéndote pleitesía, un primer homenaje en forma de una preciosa puesta de sol.
Así fue como lucieron los cielos en el día en que llegaste, querida M. Un día, simplemente perfecto. Maravilloso. Un precioso día de otoño. Un precioso 28 de septiembre para el recuerdo. No se puede pedir más.
Este es mi primer regalo que te ofrezco, mi pequeña sobrina: el día que naciste, capturado para siempre. PARA TI.
Todavía no te he visto, y ya te quiero un montón, pequeña…
¡¡BIENVENIDA!!