Que la buena suerte depende del azar es algo cuestionable. Aunque los acontecimientos no están bajo el control personal, la forma de afrontarlos sí, lo que ejerce una inercia determinante en el signo de las cosas que suceden en la realidad personal. "El estado emocional con el que afrontamos los sucesos que ocurren a lo largo del día influye en cómo se van desarrollando.
No es lo mismo vivir una situación con alegría, confianza sorpresa y determinación que hacerlo con miedo, ira o desesperanza. El desarrollo se verá alterado", indica David Bueno, doctor en biología y catedrático de neuroeducación en la Universidad de Barcelona y autor de El arte de persistir (RBA, 2021).
Cuestión de talante
Elegir una actitud de víctima o aprendizaje es determinante. El victimismo nos paraliza
Quienes tienen a la fortuna de su lado, lo han conseguido tomando un papel activo en su propio devenir basado en el tipo de actitud elegido ante cada momento. "Elegir una actitud de víctima o de aprendizaje es determinante. El victimismo siempre nos paraliza; el aprendizaje nos hace tomar decisiones que no pensamos que podríamos tomar.
Nos libera emocionalmente y fomenta nuestra resiliencia", comparte Enric Corbera, psicólogo creador del método bioneuroemoción y autor de Crisis: ¿Estás preparado para crecer? (Grijalbo, 2021). Desencadenar una tendencia favorable es algo que se explica desde la neurociencia, pues aspectos como la confianza, la motivación y la perseverancia son determinantes en que la experiencia vital tenga un resultado satisfactorio. "Las inferencias que hacemos sobre la realidad determinan nuestros estados emocionales y, a su vez, estos nuestra forma de interaccionar y comportarnos", continúa.
La química neuronal de los afortunados
La motivación también favorece el optimismo, la recompensa y, por ende, la sensación de fortuna
Desde una lectura neurocientífica, sentirse afortunado es una cuestión de química. "En el cerebro existen algunas conductas que se relacionan entre sí a través de un neurotransmisor, la dopamina, y de los circuitos neuronales que genera y recibe.
Pero este círculo también encuentra su némesis en el pesimismo. "Estas personas simplemente tienen menos sensaciones de recompensa, satisfacción y les cuesta más obtener motivación para seguir avanzando en los sucesos, retos, problemas diarios, producen menos dopamina y otros más que se relacionan como la serotonina, lo que hace que se sientan menos afortunados", continúa el doctor en biología.
En la práctica, si somos capaces de cambiar nuestra percepción, en unas dos horas se producen cambios neurológicos. "Al final toda persona tiene el poder de elegir cómo quiere experimentar una situación conflictiva: bien puede ser desde la resignación, la frustración o el resentimiento, o bien puede enfocarse en qué puede aprender de tal situación y cómo puede crecer a través de ella", sostiene Corbera.
La profecía autocumplida
Se ha demostrado que los maestros de escuela con expectativas positivas sobre sus estudiantes provocan un mejor rendimiento
La forma con la que cada uno se enfrenta a la realidad trasciende también al entorno. Es lo que se conoce como la profecía autocumplida. "Nuestras acciones y actitudes pueden influir fuertemente en cómo actúan las personas que nos rodean. De hecho, adaptan sus acciones a nuestras expectativas.
Por ejemplo, se ha demostrado consistentemente que los maestros de escuela que tienen expectativas positivas sobre sus estudiantes provocan un mejor rendimiento en estos estudiantes independientemente de su inteligencia general", comparte Stephan Moratti, profesor de psicología experimental de la Universidad Complutense de Madrid. Según indica Moratti, las personas pesimistas con expectativas negativas sobre sí mismos y los demás, pueden desencadenar este mismo comportamiento en los otros y, finalmente, confirmar sus actitudes negativas. Esto refuerza su visión negativa del mundo y alimenta un círculo vicioso.
Sin embargo, el fenómeno de la profecía autocumplida puede tener consecuencias positivas en personas sanas, ya que desencadena una serie de mecanismos psicológicos relacionados con la autoeficacia. "Por ejemplo, la sensación de que un resultado positivo se debe a las propias capacidades refuerza una visión optimista del mundo, aumenta la autoestima y confirma esa "autoeficacia". Es algo que se refiere a la sensación de que nuestras propias acciones realmente provocan cambios en el mundo", explica Moratti.
Fomentar el optimismo : Las personas que sufren de depresión no son conscientes de que atribuyen la responsabilidad del fracaso a sí mismos
Aunque hay personas que genéticamente están más predispuestas al optimismo, es algo que se puede trabajar. "El optimismo se basa en redes neuronales que se van construyendo a base del uso, de probar, de ensayar", comparte Bueno. Sin embargo, no es un proceso fácil, ya que son procesos que suelen atribuirse de manera inconsciente.
"Por ejemplo, las personas que sufren de depresión no son conscientes de que, de forma poco realista y automática, atribuyen la responsabilidad del fracaso a sí mismos y el éxito a factores externos. Por ejemplo, los estudiantes deprimidos tienden a atribuir el fracaso en un examen a sus bajas habilidades, incluso si el examen fue muy difícil y todos los demás estudiantes también obtuvieron malas calificaciones. Una atribución más realista sería hacia factores externos como la dificultad del examen", indica Moratti.
Por su parte, Bueno recomienda analizar conscientemente, reflexivamente los fenómenos que despiertan temor o miedo para reconducirlos. "¿Por qué me da temor? ¿Es un reto demasiado complejo? ¿Puedo atomizarlo en retos más simples? ¿Cuál veo con más optimismo? Desde ahí vamos reconduciendo el estado emocional y cuando lo hacemos, aunque sea levemente, reforzamos las redes neuronales que permiten reorientarlo, lo que hace que la próxima sea un poco más fácil o seamos más eficientes en el camino del optimismo", concluye.
Fuente: https://www.america-retail.com/neuromarketing/como-tener-buena-suerte-segun-la-neurociencia/?utm_medium=email