Después de la primera conmemoración del 1 de octubre, la situación civil y política de Cataluña parece transitar hacia un callejón sin salida. Ni siquiera la amenaza de unas nuevas elecciones autonómicas parece relajar los ánimos, y no es de extrañar. Frente a un Quim Torra arengador y una Inés Arrimadas oportunista, rentabilizando un momento político que de otro modo no brindaría a Ciudadanos el rédito del que gozan en la actualidad, se halla una sociedad cada vez más enconada y dividida.
¿Cómo es posible que un líder político, cuya misión principal es la concordia y la preservación de la convivencia, incite al enfrentamiento abiertamente? Es lógico pensar, aunque ahora mismo te parezca descabellado, que los CDRs acaben cansándose de hacer siempre el trabajo sucio. Mientras no sean puestos en libertad los políticos presos y retornen los exiliados la situación carece de la normalidad necesaria para una negociación en igualdad de condiciones. Sin embargo, también hay que reconocer que el actual President no está a la altura de Carles Puigdemont.
En la otra cara de la moneda, el gobierno de Pedro Sánchez se desinfla por momentos. Después de las primeras semanas en las que todo era buena voluntad y grandes propósitos, lo cierto es que el panorama actual no dista mucho del que encontrábamos meses atras cuando gobernaba el PP. Tanto es así que este estancamiento está comenzando a pasar factura al Govern. Diversos medios nacionales se han hecho eco ya de las discrepancias entre Junts per Cataluyna y Esquerra Republicana en torno a la delegación del voto de los políticos suspendidos. ¿Por qué se les niega repetidamente la libertad a Oriol Junqueras y a sus compañeros de gobierno? Difícilmente podemos explicarlo quienes creemos en la separación de poderes y en la democracia. ¿Qué hay de delictivo en cumplir el programa electoral que la sociedad catalana ha votado mayoritariamente ejerciendo su libertad?
Mientras buena parte de la judicatura siga envenenada por los dictados de la política esta situación tiene una difícil solución. Las declaraciones y tweets incendiarios solo son eso, parte del bombo de un espectáculo que comienza a aburrir. Que no te engañen, los catalanes tienen motivos para desear mayor autonomía desde que Mariano Rajoy rebajará su estatuto unilateralmente.