Ayer Sergio, después de cenar y acurrucado conmigo en el sofá, me dijo:
Mamá, quiero hacerme mayor. Para comer lo que quiera, regañar y poder decir palabras feas.
Esta reflexión del gordito, me puso triste. Y me dolió. Porque se que lo dice por mí y por mi comportamiento de
Yo, que intento hacer las cosas de la mejor manera que se, trato de implantar unas rutinas. Llegamos del cole, nos quitamos y guardamos los zapatos, nos cambiamos de ropa y vamos a comer. Esta rutina que lleva siéndolo mucho tiempo y que yo hago también, ya es el motivo de la primera disputa nada más llegar a casa. Se distraen con una facilidad pasmosa, se entretienen jugando, se dispersan. Y yo, tengo días buenos y días malos. Días en los que les acompaño, les ayudo y les espero. Y días en los que no puedo, y tras repetirles 10 veces que tienen que cambiarse de ropa y venir a comer, exploto, me enfado, les grito...y todo se va
Además, y para añadirle emoción al momento de volver del cole, si con el tema de la ropa no fuera suficiente, está el asunto de que llevan comiendo tirando a mal desde el verano pasado. Da igual que les ponga coliflor que espaguetis. Tardan en comer una eternidad, se dejan la mitad del plato, se les queda la comida fría...les pongo en la cocina o en el salón, para probar. Error, porque la tele les distrae más. Les pongo juntos y separados. Error, porque que el que se queda en la cocina solo, no para de lloriquerar y, por tanto, no come.
Piensa que, muchos días, llegamos a este momento de la comida, después del encontronazo por no cambiarse de ropa...y que muchos días, les mando a dormir la siesta sin haber comido y les pongo la comida de merienda...
Esto hace que, muchos días...demasiados, me vean enfadada, triste, que les regañe... No se cómo manejar estas situaciones. Se me van de las manos. Me falta empatía, paciencia, inteligencia emocional...llamémoslo X...pero yo me siento fatal. Cada vez que les regaño o que hay una voz más alta que otra, tardo en calmarme y en racionalizar las cosas. Son niños. No tienen ni 4 años. Para ellos todo es juego, no son normas, no tienen maldad. Y entonces me siento peor.
Les abrazo, les pido perdón. Y no es la primera vez...Les explico que cuando me pongo nerviosa les regaño y que no me gusta hacerlo. Que regañarles me hace sentir mal a mí y a ellos. Que me tienen que ayudar para que no volvamos a llegar a ese punto. Que tienen que intentar hacerme más caso...
Y entonces va Sergio y me dice lo que me dice. Y yo solo pienso en lo mal que lo hago. Y, lo peor, que no se hacerlo de otra manera...