La apatía nos envuelve y nos aísla poco a poco, como la niebla. Todo lo que nos rodea pierde sentido y nos quedamos solos con nuestra tristeza, sin saber siquiera qué queremos o quienes somos. Encontrar la llave interior que ponga en marcha nuestro motor vital nos devolverá la energía necesaria para conectar y fluir, de nuevo, con la vida.
La apatía es una afección del alma que suele venir acompañada de inactividad física, tristeza, infelicidad, sensación de vacío, falta de capacidad de disfrute y desmotivación ante las cosas que antes nos producían placer. Además, si persiste en el tiempo suele alterar el contenido de nuestro pensamiento, dando lugar a ideas de autoevaluación y, en consecuencia, a una pérdida de autoestima. De la misma manera puede hacernos sentir rechazados y aislados, fruto del deterioro de nuestra capacidad para expresar los afectos. Todos estos síntomas demuestran que hemos topado con una barrera interna ya que la apatía debilita nuestro interés y vigor a la hora de afrontar las actividades cotidianas.
Las palabras motivación y motor están hermanadas, porque ambas sugieren movimiento. Algo que nos motiva es, por tanto, algo que nos mueve. Sin embargo cuando nos hallamos presos de la apatía, sentimos que no hay nada que pueda conseguir movernos, como si el exterior tuviera la obligación de captar y mantener nuestra atención. Hemos de aceptar que somos los únicos responsables de nuestra motivación y que, si existen elementos en el exterior por los que sentimos atracción o rechazo, es porque nos hallamos abiertos y en permanente conversación con nuestro entorno. De la misma manera, si sentimos indiferencia por lo que nos rodea será porque hemos roto los cauces de comunicación con el exterior; restaurarlos nos corresponde exclusivamente a notros. Si no sentimos interés hacia nada, la responsabilidad es nuestra, hemos de aceptarlo.
Nuestra motivación es siempre “motiv-acción”, es decir, implica siempre una actitud activa por nuestra parte; proactiva, incluso, si se quiere. La proactividad en el ámbito laboral es la habilidad para actuar, en lugar de, simplemente, reaccionar. O, en otras palabras, la proactividad es la capacidad para adelantarse a las necesidades de los demás antes de que sean expresadas e, incluso, percibidas. Con esto quiero decir que si nos conocemos bien, percibiremos cuando la telaraña de la apatía empieza a atraparnos. Si somos proactivos ante nuestras propias necesidades, entonces sabremos cómo “nutrirnos” para mantenernos, en la medida en que nos sea posible, en un estado de ánimo realmente positivo y ascendente.Para vencer la apatía, podemos servirnos, simbólicamente, de los mismos elementos de los que se vale una flor para crecer: luz, agua y abono. La luz del sol es nuestra capacidad de discernimiento, nuestra claridad mental para reconocer el círculo vicioso en el que nos sume la apatía: cuanto menos hacemos, más apáticos estamos, y cuanto más apáticos estamos, menos hacemos.
Una vez que somos conscientes de esta trampa, vale la pena descubrir cuál es el motivo: no tanto el que lo origina –el porqué-, como el que lo sostiene –el para qué-. Y es que a veces, ocultamos bajo la máscara de la apatía nuestro miedo a lo desconocido, intentando convencernos de que “no es temamos atrevernos a hacer las cosas, sencillamente es que no nos apetece…”El segundo elemento para ayudarnos a vencer la apatía sería el agua. El crecimiento de la flor se manifiesta de dentro hacia fuera. El agua la estimula y vivifica, pero es la flor la que, de manera natural, se abre al crecimiento y al agua con la que es regada. El agua simbolizaría la apertura esencial que necesitamos para superar la apatía. Es más, esa apertura ha de tener un carácter proactivo. No esperaremos a que las circunstancias nos motiven, sino que dirigiremos conscientemente nuestra energía hacia fuera.No seamos pues como aquel hombre tan apático cuyos vecinos, preocupados, llegaron a pensar que se dejaría morir de hambre, tal era su desidia ante la vida… Hasta que un día el sabio del lugar, harto de la situación, decidió prenderle fuego a su granero y a la voz de “¡Fuego!” les demostró a todos que el buen señor tenía fuerzas más que suficientes para saltar de la cama y sofocar el incendio con sus propias manos…Si es cierto que, al principio, esta apertura al exterior puede suponer un gran esfuerzo; porque estar apático aunque suene paradójico consume de por sí una gran cantidad de energía. Una energía que vertemos hacia nuestro interior y que puede llegar a agotarnos, ya que la apatía nos inmoviliza y nos desconecta de nuestra “fuente” y de todos los aspectos de la vida que nos mueven.
Sin embargo cuando tratamos de mantener una actitud abierta y participativa, todo nuestro ser se moviliza para asumir compromisos y acciones positivas. Para entender mejor esto, encontramos un buen ejemplo en el ejercicio físico. No hace falta ser extremos ni forzarnos cada día a asistir a un gimnasio, si realmente detestamos el deporte. No obstante si es necesario ser conscientes de que nuestro cuerpo necesita un mínimo aporte de movimiento y de que podemos proporcionárselo de otras maneras, como dar largos paseos en buena compañía. Todo vale con tal de “sacudirnos” la vieja energía estancada y generar corrientes de aire fresco en el entorno.
Para finalizar con el símil de la flor, el tercer elemento para superar la apatía sería el abono, que representa todo aquello que nos da un aporte extra para alcanzar un desarrollo optimo. Realizar actividades gratificantes y marcarnos metas son dos herramientas de gran poder. No obstante debemos evitar el error de pensar que sólo seremos felices si tenemos sueños o los alcanzamos. Tampoco resulta beneficioso creer que un agenda compulsivamente repleta de aficiones para ocupar nuestro tiempo libre puede llenar el vacío que podamos sentir. Aprender a motivarnos es ante todo, aventurarnos a conocernos mejor ya concedernos el tiempo y el espacio que necesitamos para ser quienes somos.
No necesitamos justificar nuestra existencia a golpe de actividad, emprendiendo grandes proyectos, si no es lo que deseamos en este momento. Es suficiente con dejar de ser espectadores de nuestra vida para convertirnos en sus actores principales, aprendiendo a satisfacer nuestras necesidades más profundas.
publicado el 24 julio a las 06:10
La verdad, no sé qué decir. Tengo 28 años y es la primera vez que me da por investigar un poco en lo que creo que me sucede. Una vez una psicóloga me dijo que padecía el síndrome de los Campos Elíseos, me informé sobre el tema y, aunque compartía muchos de los síntomas, no lograba identificarme plenamente con ese perfil. Sin embargo, me ha sorprendido leer varios artículos sobre la apatía y verme reflejado en prácticamente todos los puntos. Quiero matizar que difiero en algunos aspectos: no soy nada antisocial, me encanta empatizar con la gente y soy muy conciliador, tengo un buen grupo de amigos, rara vez rechazo un plan de ocio y jamás he pensado que la vida no valga la pena, solo porque las cosas no sean como me gustarían. Creo que este padecimiento ha estado presente en mi vida desde muy temprana edad, aunque es desde hace unos años cuando se ha manifestado con mayor virulencia. El hecho de no tener ni encontrar trabajo, haber dejado escapar a mi pareja (hace ya unos años) por culpa de mi desidia, cuando ha sido y es lo mejor que me ha pasado en la vida, no tener perspectivas de futuro, aunque sueños e ilusiones, me sobran, pero al no poderlos llevar a la práctica, me lastran, más que me impulsan. Desde que estaba en primaria, los profesores les decían a mis padres que era muy inteligente, pero que me despistaba muy frecuentemente y no me esforzaba en absoluto. Nunca me he creído mejor que nadie, mas sé que mis condiciones me hubiesen dado para tener mayores estudios, pero me costaba un mundo ponerme frente a un libro y dedicarle el tiempo necesario. De hecho, la titulación que poseo la obtuve prácticamente sin estudiar, así que otro de los aspectos frustrantes de mi vida es el de saber lo que pude conseguir y no obtuve por dejadez, y sobre todo, el de haber tenido, y no haber sabido conservar. He leído buenos consejos que llevaré a cabo sin excusas, pues esta maldita, se alimenta de eso y ya estoy hastiado de tanto pasotismo y mediocridad en mi vida. Sé que aun estoy a tiempo de mejorarla, pues con poco que cambie ya habré obtenido mejoría. Solo necesitaba expresarme, y la verdad que es bien cierto eso de que hablar del problema, ayuda. Sobre todo a comprender. Gracias por leerme, y si alguien se siente como yo, estaré encantado de pasarle mi correo y compartir vivencias. Un saludo.