La primera vez que hablamos con ellos, sus ideas sobre cómo se imaginaban su futura cocina parecían estar, a priori, muy lejos la una de la otra. En resumen, Pablo quería una cocina roja, Esther una cocina blanca.
Fuimos acercando posturas con ideas nuevas, basadas en ellos, pero enfocadas hacia un nuevo camino intermedio que descubrimos colaborando juntos.
¿Qué buscaban?
Una cocina luminosa, con espacio para los amigos, con diferentes ambientes en función de la actividad, espaciosa y cómoda y algo que fuese el rincón de elaboraciones secretas de Pablo fueron a grandes rasgos las conclusiones que sacamos. Os vamos a ir enseñando que hicimos para conseguir cumplir sus 'imprescindibles' y además ir un poquito más allá.
La distribución
Cuando conocimos el espacio vimos que tanto por la luz como por la situación de tomas, lo más adecuado era una cocina organizada en dos bloques: una zona de trabajo perimetral a modo de península (requisito indispensable de Pablo) para cocinar/lavar/experimentar y una columna lateral de electrodomésticos.
Esta forma de distribución dio lugar a un área social que cuenta con una barra de desayunos y espacio para que los amigos se tomen unos aperitivos mientras los anfitriones acaban de preparar suculentos manjares. ;)