Revista Cultura y Ocio
No vestía de bombachos bicolores ni llevaba cascabeles, pero aquel aspecto de duende... De facciones afiladas, lucia perilla y le importaban un comino los dimes y diretes. Vivía por y para sí mismo, y aun sin darse cuenta lograba encajar en cualquier puzzle.
Unos dias era terrible por la mañana. El café le sabía a rayos, el periódico le devolvía encima toda la fealdad del mundo y la radio de la vecina le retumbaba en el cerebro con ese atroz sonido a lata. Se templaba a la tarde tras la siesta. Aunque fuese solo de un cuarto de hora aquel descansito le venía de perlas. A la noche le volvían los humores. De pingo y con las amistades traían de cabeza a medio barrio con sus juegos y canciones.
A ella la reconocía por sus andares. Venía preciosa como siempre y él, como un tonto, aún se sonrojaba. Era incapaz de perder la inocencia. De la solapa de su chaqueta sacó un trebol de siete hojas. Era morado.
-Te lo cambio por tu sonrisa. -le dijo.
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Paulus M.