Como bailarín, Jose Carlos Martínez fue ante todo un artista elegante, un calificativo del que puede presumir en su vida «civil». Como director, ha demostrado hasta ahora que uno de sus nortes es la prudencia. Muchos esperaban que a su nombramiento al frente de la Compañía Nacional de Danza le seguiría una revolución, y que su primera decisión sería montar «El lago de los cisnes» o cualquier otro título clásico. No fue así, y sus dos primeros espectáculos optaron por la continuidad, lo que le valió alguna que otra crítica: «Para seguir con lo de antes, no hacía falta haber cambiado...», llegué a escuchar.
Pero José Carlos tenía un plan. Él sabía que tenía entre manos una compañía de magníficos bailarines... Pero no aptos, en su mayoría, para abordar un repertorio de vocabulario clásico... Y menos uno de los grandes títulos. Confeccionó el programa de presentación en la Zarzuela con coreografías adecuadas a sus bailarines y preparó un segundo programa con trabajos de Jiri Kylián. Y mientras, engordaba las filas de la compañía con nuevos bailarines mucho más dúctiles estilíticamente, y puso en su staff a personas que pudieran ayudarle en su proyecto.
Ahora ha llegado el momento de dar el paso, y se ha anunciado el nacimiento de la Compañía Nacional de Danza Clásica. Es algo equívoco, porque por lo explicado no se trata de un conjunto nuevo, como es lógico, sino de la división de la existente para que una veintena de sus miembros dediquen sus esfuerzos a preparar un repertorio clásico. Se estrenarán en marzo, en el Teatro Real, con piezas de Balanchine, Bob Stevenson y el propio José Carlos Martínez. «Giselle» queda para el momento en que la compañía esté preparada.
Me parecen medidas sensatas y prudentes, pero no entiendo muy bien la división de la compañía. Quizás sea un mensaje a la opinión pública y a los potenciales espectadores, quizás una manera de decir que se está avanzando y evolucionando, que el rumbo es diferente... Pero todas las grandes compañías clásicas de hoy guardan el equilibrio entre las coreografías clásicas y las nuevas creaciones; no es necesario, de puertas afuera, hacer esta distinción. Si el trabajo en la compañía sí lo exije, es algo propio de su funcionamiento interno. Supongo que habrá habido una razón para crear esta rama de este modo. En cualquier caso, bienvenida sea esta apertura al clásico, del que estamos prácticamente huérfanos en este país desde hace demasiado tiempo.
La foto es de mi compañera en ABC Sevilla Rocío Ruz