¿COMPARAMOS? COMPAREMOS (por Lalo Monsalve) Me cansan mucho los lamentos de los jóvenes que se quejan continuamente de que las retribuciones que obtienen en sus precarios empleos, cuando los tienen, son miserables. Ante ello, me gustaría comentar que en 1.981 tuve mi primera oferta de trabajo. En aquellas fechas padecíamos un paro terrible. Mi única opción era desplazarme a otra provincia, a 900 km de mi familia, y cobraría 58.000 pesetas netas mensuales (unos 347 euros actuales). Me instalé en un apartamento situado en primera línea del paseo marítimo de aquella ciudad. Una especie de lujo para mí. El coste total, gastos de agua y luz incluidos, era de 20.000 pesetas/mes (120 euros actuales), la tercera parte de mi sueldo. En aquellos tiempos (sólo han pasado 30 años) el menú del día costaba 300 pesetas. El desayuno, la cena, unas cervezas y algún pequeño capricho podían elevar la factura al doble; es decir, 600 pesetas diarias o, su equivalente: 18.000 pesetas al mes. Unos 108 euros de los de ahora. Es cierto que había que vestirse y salir un poco de juerga los fines de semana. Vamos a ver nuestras disponibilidades: 347 - 120 - 108 = 119 euros = 19.873 pesetas. Por tanto, con los precios normales de las discotecas y para lo que era el sector de la confección de entonces, prescindiendo, claro está, de las marcas de alta gama, podías cambiar de camisa y pantalones cada mes sin problemas y aún le quedaba algo para ahorrar a un tipo soltero y sin compromiso como yo. Por fortuna, en tres años, gracias a mi buen desempeño laboral, mi salario mensual se elevó hasta las 80.000 pesetas (479 euros), lo cual me permitió comenzar a ahorrar un dinero cada mes, con tal de continuar siendo un poco austero, como me habían inculcado en mi familia años atrás. En 1986, ya ganaba 100.000 pesetas netas mensuales (600 euros).
Quiero puntualizar también que, incluso en Madrid, era posible comprar, a mediados de los años 80, un piso de dos dormitorios en un barrio normal por un precio que podía oscilar entre 1 y 3 millones de pesetas (18.000 euros actuales). Pero mientras los alquileres fuesen razonables, no había por qué planteárselo desde la soltería, a no ser que hubiese expectativa de contraer matrimonio y el deseo, en su caso, de adquirir una vivienda. Pues bien, a la vista de lo anterior, yo animo a los jóvenes solteros que hoy en día se quejan con amargura de que ni siquiera llegan a cobrar 1.000 euros (167.000 pesetas) al mes (o sea, 3 veces lo que yo percibía en 1.981), que echen cuentas aplicando los precios actuales de la vivienda en alquiler o compra, la alimentación, el vestido y el coste de copas y discotecas, que comparen con el ejemplo que he comentado, y que, finalmente, concluyan si, con nuestra entonces recién estrenada Democracia, la juventud trabajadora tenía o no mayor calidad de vida de la que ellos disfrutan en la actualidad, y si, con ese salario menos que mileurista que ahora cobran los afortunados que consiguen un puesto de trabajo, junto con un comportamiento medianamente austero, serán capaces de llevar adelante su proyecto de vida. Como conozco bien el resultado de esa comparación, les sugiero a chicos y chicas que se quejan, no sin razón, que "agradezcan" a este sistema sociopolítico que padecemos desde hace decenios, las consecuencias que se deriven del análisis.
No defiendo en absoluto que cualquier tiempo pasado fue mejor. Las cosas tampoco eran fáciles en aquel entonces, pero estoy convencido de que los desequilibrios que se vienen dando en nuestro país no existían hace 30 años. Es increíble que, después de tres decenios, hayamos vuelto a los 600 euros. Suerte juventud, divino tesoro.