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Hoy en día, la gestión tradicional de un almacén recuerda a un cubo de agua lleno de agujeros. Que llegue algo de agua al destino depende de la habilidad y rapidez de la persona que en cada ocasión lleve el cubo, es decir, depende del azar. En ocasiones, para asegurar que algo de agua llega, llenamos tanto el cubo que lo desbordamos. Cada agujero es una ineficacia y cada desbordamiento un sobrestock, el agua que consigue llegar el nivel de servicio, lo que cae al suelo obsolescencias, pérdidas, despilfarros, etc. Cuando se habla de agua hace cierta gracia, pero cuando el agua se convierte en euros, se nos quitan las ganas de reír.
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