Revista Opinión

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Publicado el 06 diciembre 2019 por Carlosgu82

CAP. 8 COMPARTIR

Si uno no tiene con quien compartir los pequeños momentos que puedan hacernos feliz, ¿de qué vale la vida?

El secreto de la felicidad ES COMPARTIR. Pequeñas cosas, pequeños deseos, cosas que uno se ha comprado y quiere que los demás lo vean y disfruten de lo que uno ha adquirido.

Cuando uno se compra ropa, muebles, cortinas, camisas, perfume o cualquier otra cosa por pequeña que sea, lo primero que pensamos es: cuando venga tal persona se lo enseñaré.

Si estuviésemos en una isla desierta y tuviésemos de todo, (por ejemplo pudiésemos haberlo sacado del barco o del avión), ¡para qué lo querríamos si no se lo podríamos mostrar a nadie! Ni el peinado que nos hiciéramos, ni una concha marina colgando del cuello, ¿para qué?, si nadie lo va a ver. Siempre nos movemos, hacemos o no hacemos pensando en mostrarlo de alguna manera a los demás.

¿Qué espera uno? Que los demás disfruten viendo lo que les mostramos, que se pongan en el yo del que se lo muestra. Quizás, también que nos digan “qué bonito, dónde te lo has comprado”, no por hacer un favor a la tienda que lo ha vendido para que puedan vender otro, no porque tengan un duplicado de lo nuestro y que vean lo mismo que nosotros cuando se levanta o andan por la casa, sino para que disfruten de esos momentos en que se lo enseñamos y que no les cuesta dinero.

Queremos compartir lo que hemos adquirido con mucho esfuerzo sin pensar en nada más.

Así es la vida de un ser humano, quiere, o mejor dicho, necesita el contacto directo de otros, compartir sus gustos, sus ilusiones, sus conocimientos. De otro modo no se es feliz. Yo me encuentro en esta situación, como no tengo con quién compartir, no tengo felicidad. Estoy entre dos planos, como si los pies me estuviesen pisando entre dos montículos. Hacia donde giro, con quién hablo, con quién comparto. Es imposible compartir si no tienes a alguien al lado, si estás solo, si cuando miras a tu alrededor, la persona a quien tenías ha envejecido, se ha deteriorado, no te entiende o se ha ido para siempre cuando ocurre la muerte.  O también es el caso de la familia, cuando crees que tienes familia y ves que día a día se van alejando, van pasando, tienen a otros que sustituyen a los seres queridos de cuando se crecía y eran pequeños o jóvenes, los familiares, no te preguntan, no saben de ti, ni siquiera por teléfono, el medio más simple hoy en día para preguntar por la otra persona sin tener que hacer el esfuerzo de desplazarse. NO cuesta nada, tan solo unos minutos de conversación y de ver un interés aunque sea mínimo. De verdad, hasta que no se pasa por esto no se entiende.

Ves a esas persona mayores, bien arregladas, que pasean por las calles de una población, piensas, ¿tendrán a alguien con quien compartir los pocos momentos que les hace feliz la vida que tienen? O se sentirán solos como yo me siento. Espero que no estén como yo aunque me lo temo, pues siempre se ven en las noticias reportajes, o filmaciones que muestran esto mismo, personas sentadas solas, o que relaten a algún locutor de reportajes.

No es que yo no quiera tener a nadie sino que las circunstancias del tiempo han hecho que cuanto más he notado indiferencia, más me he apartado yo misma, así ha sido tanto con los familiares como con los amigos y conocidos.

Como se suele decir siempre, para tener amigos hay que ser amigo. Es cierto, si queremos que nos den, hay que dar, pero cuesta mucho cuando en algún lugar que estás te encuentras desplazado y piensas, porqué estoy aquí, qué hago aquí, de buena gana me levantaría e iría de aquí ahora mismo.

Mi reflexión actual es: quiero cambiar, quiero conseguir nuevas amistades, necesito conseguirlas urgentemente, y aunque esté desplazada de la población en la cuan crecí, y tengo algún que otro familiar, tendré que esforzarme para reunir las fuerzas para poder lograrlo.

Lo que cuenta e importante es COMPARTIR


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