Revista Diario

Compartir momentos

Por Desmadreando @desmadreando

Parece que llegó diciembre y sea como sea hay que compartir: compartir ilusión, compartir el árbol de Navidad en redes sociales, compartir propósitos, compartir décimos de lotería pero sobre todo compartir comida y con ello momentos.

Son los momentos los que crean la magia de la Navidad. Esas lindas instantáneas de los abrazos, los brindis, los villancicos, las funciones de los pequeños, el frío, la calefacción, el olor a turrón y los cien mil recalentados que comeremos hasta el día 31 cuando recordemos que hay que hacer propósitos de año nuevo.

Todo esto esta dentro de nuestra programación de éste mes. Y Critter se lo ha tomado muy a pecho. “Tienes que compartir” siempre le estoy repitiendo hasta que yo misma me tragué mis palabras.

Recordarán que les conté que estábamos de “encierro”, pues esa situación se ha alargado y comienzo a pensar que será para toda la vida. La bestia decidió generar un inicio de neumonía y de paso “compartir” con su hermano los viruses del mal.

Así que después de más de diez días “encerradas” es normal que estemos al borde de la locura todos. Aún más si cabe.

Y transcurría un viernes tranquilo, yo me disponía a preparar la cena después de haber hecho un pica pica de aceitunas-galletitas saladas-un vinito para relajar el sistema parasimpático. Había quedado poco. De hecho del vino no quedó ni un sorbito, aceitunas quedaron los huesos pero sobraban dos galletitas. DOS.

Critter decidió que mientras yo preparaba la cena ella amansaba su fiera interna y se comió una. ¿Y la otra? ¡Hay que compartir! Y es así como esa mísera galleta saladita, rica y pequeñita terminó por ser introducida en la tráquea de Kraken.

Yo mientras tanto cocinaba y entre el ruido de las caserolas, la música del grifo y los villancicos que cantaba comencé a escuchar un “ataque de tos raruno”. Para mis adentros pensé: ¡Vaya aún con ventolín y Kraken tiene una tos de foca asmática!

Esa tos de foca asmática pasó a ser el sonido de un viejo atragantándose a punto de morir intentando decir su última voluntad al puro estilo culebrón. Mi instinto materno despertó del letargo y en un salto me posesioné a lado de la trona. Mi mirada bastó para que Critter saliera corriendo y en un giro que los Ringling Brothers se reirían apliqué el voltear al niño, palmada en la espalda y ¡toma galleta! Y no, no me refiero a galleta como golpe-ostiazo como se suele decir en castellano del fino. La galleta salió catapultada y las lágrimas del niño me hicieron saber que seguía vivo y coleando.

¡Hay que compartir! ¡Pero en la justa medida!

Después del regaño-discurso-lagrimones de Critter prometió jamás volver a hacerlo. Pero claro, la memoria de los niños es selectiva. Demasiado.

Ayer por la noche abrió la casilla catorce de su calendario de adviento. ¡CHOCOLATINAS! ¡QUE FELICIDAD! Abrimos una dos tres cuatro cinco seis y mmmmm nos relamimos de arriba a abajo.

-¿Mamá me traes una servilleta? Dijo entre dedos, berretes y manchas de chocolate por doquier.

Y así me fui yo por una servilleta. Cuando de repente comienzo a escuchar palmadas. “Palmas, palmitaaaas”….¡Salí corriendo emocionada! Kraken había aprendido a aplaudir y eso era un gran avance para él.

En cuanto lo veo entendí la razón de las palmas. Critter había compartido su felicidad, el último trozo de chocolatina ¡PARA KRAKEN! Y el niño raudo y veloz lo devoró y su manera de quitarse el pringue del chocolate derretido fue aplaudir.

Galletas de chocolate

Eso de compartir o no, no termino de entender cómo hacerle para que Critter entienda cuando si y cuando no: pero lo único que sé es que esos momentazos de terror-amor que me hace vivir son tan únicos que yo voto porque ¡HAY QUE COMPARTIRLOS! 

Y Kraken ni les cuento…sólo aplaude si saco el chocolate. ¡Cuando descubra que hay galletas de chocolate será su “muerte” segura! Jo jo jo….

 

Imagen vía amanda tipton


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