Revista Opinión
Las horas transcurren con la mansedumbre de la luz tamizada por las cortinas de la habitación, perfumadas con la fragancia de un verano que ya impregna el aire. Dejamos que la siesta nos amodorre entre los cojines del sillón y las letanías de un televisor al que no se le hace caso. Un almanaque languidece sobre la pared de azulejos de la cocina, como si intuyera que su misión contable pronto se interrumpirá con la llegada del descanso vacacional, cuando nadie consultará en sus hojas la cadencia de los días ni los vértigos de la vida. Todo permanece en un compás de espera que afecta al ánimo y las inquietudes cotidianas, calmándolos. Una calma expectante que nos relaja del mismo modo en que se disipan los temores de la noche cuando está a punto de amanecer. Sólo el amor duele a pesar de que la felicidad habite tras la puerta, aguardándote a que decidas franquearla. Love hurts.