Revista Filosofía

Compasión

Por David Porcel

En un pueblo apacible de hombres que trabajaban la tierra y miraban al mar las noches de verano, apareció de entre las rocas un joven que empezó a dictar su propia ley. Mandó cambiar el modo de gestionar la riqueza del país, cerró las escuelas y privó de voto a los más sabios del lugar. Se dice que su poder era tan grande que en la oscuridad las fieras le protegían y en el día las nubes le cortejaban. Nadie le puso nombre y todo el mundo le conocía como el Amo.

Compasión

Uno de aquellos hombres trabajadores de la tierra, harto ya de la situación, invocó al mago del lugar para ver qué podía aconsejarle. Y así, reunidos los dos allí donde no alcanzan las nubes, el mago quiso ayudar al labriego:

- El miedo que infunde es el mismo del que se alimenta. Por él es como tendréis que acabar con él.

Al oír estas palabras, el labriego se apiadó del joven y ya nunca supo más de él.


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