Si hay una capacidad que nos vuelve humanos y transformadores de situaciones de malestar en momentos de estados profundos de empatía y entendimiento, esa es la compasión, que nada tiene que ver con la lástima o la tolerancia.
La persona más contemplativa que racional tiene grandes posibilidades de desarrollar la compasión, y con ésta, lograr el bienestar para sí y, naturalmente, para aquel foco de ésta. Aunque el ser compasivo no discrimina entre uno mismo y los demás.
Es un estado en el cual la misantropía no tiene lugar, no es posible la envidia ni el resentimiento, sentires tan nocivos para cualquier ser, deponen su poder ante la compasión y el orgullo pierde totalmente su sentido.
A pesar de lo significativa que puede ser para la vida de un ser humano, el mismo no podría transferirla a través de conocimiento intelectual, es incapaz de hacerlo, porque no puede ser enseñada, sólo puede ser sentida.
Es lo más parecido al amor que podemos conocer.
La sociedad moralizada dictaminó lineamientos forzados de comportamiento que buscaron imitarla o reemplazarla con ningún éxito.
Sólo aquel que desee para sí los sentimientos más nobles y profundos logrará experimentar la compasión, qué es aquella que aflora en situaciones donde una persona amalgama el entendimiento, la empatia consciente, la contemplación, el equilibrio y el cariño.
No es casualidad que sea típica su ausencia en intelectuales y eruditos, y se debe a que ellos son incapaces de lograr este amalgamiento armónico de tantas características, porque tienen un desbalance provocado por el abuso del raciocinio que neutraliza la empatía y los sentimientos nobles, para trocarlos por la necesidad de ser incicivos y despiadados con aquellos que consideran ignorantes e inferiores, a quienes no tienen paciencia, y sólo pueden llegar a tolerar para no denigrarse en la interacción con ellos.
La compasión se manifiesta en la ausencia de jerarquías de cualquier tipo, es decir, ocurre entre iguales en el más amplio de los sentidos.
Hay un ejercicio de visualización que estimula el estado de compasión, y consiste en verse a uno mismo absorbiendo a través del corazón la sombra o la oscuridad de un lugar o persona, en el tiempo en que inhala y al momento que exhala, emanar luz, también desde el corazón.
Este ejercicio no sólo causa un estado mental armónico, sino que a nivel físico se puede experimentar calor en la zona del pecho y algunos efectos físicos de lo más variados, pero siempre beneficiosos.
En manos de la compasión se encuentra el futuro pacífico de la humanidad. Salud!