Los niños suelen dejar atrás los hábitos que incomodan a los adultos a medida que crecen, aunque a veces son una señal de una ansiedad más profunda. En este artículo se analizarán los comportamientos que suelen situarse entre lo aceptable y lo indeseado, y sugiere estrategias para hacerle frente.
El principio general con los niños es el de recompensar el buen comportamiento, ignorar el malo y ser coherente. Para tener éxito es crucial que las estrategias de comportamiento se adecuen a la edad del niño.
Cualquier hábito indeseado por los padres debería considerarse un mal hábito. Sin embargo, muchos tipos de comportamiento no merecen ser negociados con el niño hasta que tenga al menos tres años y pueda comprender tu razonamiento. Un ejemplo sería el de meterse el dedo en la nariz, muchos niños lo hacen. Explícale que no está bien, pero no le prestes demasiada atención, ni grites o lo conviertas en un juego, ni tampoco lo elogies por comportarse de otro modo. Esta estrategia se aplica a la mayoría de los hábitos indeseables.
Ir desnudo y otros instintos naturales
Los niños son muy físicos. Les encanta correr desnudos por todas partes en lugar de estar aprisionados por la ropa, y disfrutan explorando sus cuerpos. Junto con la comprensión de que "mi cama está aquí" y "mi baño está aquí", surge la consciencia de que "puedo hacer caca y pipí".
Tanto los niños como las niñas se sienten a menudo fascinados por sus funciones corporales y por sus genitales, los cuales se dedican a tocar por interés, y porque la sensación es agradable. A menudo, esto puede crear angustia en los padres, y también vergüenza, al preguntarse por esa conducta sexual, por si pone a su hijo en peligro ante adultos pervertidos, y por cómo cortar de raíz este comportamiento. Empezaré por tranquilizarte. Tu hijo no se masturba cundo se explora. Aunque los niños pueden llegar a experimentar erecciones, se trata de un reflejo puramente biológico. Los niños son demasiado pequeños para tener impulsos sexuales, y tampoco existe ninguna conexión emocional entre las sensaciones que experimentan, aparte de que les resulte agradable.
En circunstancias normales, no hay de qué preocuparse. Tu grado de tranquilidad o angustia por el comportamiento del niño dependerá de cómo vivas tú lo relacionado con el físico, pero se pueden aplicar las normas habituales de conducta. Ignora el comportamiento y no caigas en la tentación de comentar el tamaño del pene del niño, ni llames la atención sobre la acción de éste con alguna broma (asegúrate de que los hermanos tampoco lo hagan). Son respuestas adultas, inadecuadas para un niño de esta edad. Tus reacciones lo confundirán y reforzarán inconscientemente el comportamiento, ya que le dedicas tu atención.
Si te encuentras ante una situación de comportamiento inadecuado por parte de tu hijo, evita centrarte en el comportamiento directamente.
Mostrarte visiblemente molesta ante una exploración genital podría desencadenar el inicio de un sentimiento de inhibición y culpa ante el propio cuerpo. Practica mejor las técnicas de distracción para fomentar el interés en algo más emocionante, como jugar, pasear o pedirle que te enseñe cómo se viste él solo.
Es más habitual que fuera de casa el niño se meta las manos en el pantalón o el pañal, y no que se desnude, de modo que las técnicas de distracción funcionarán. Ofrécele cosas con las que jugar, o enséñale un comportamiento socialmente aceptable (como en el ejemplo anterior). Otra opción es llevarte al niño a otro sitio. Tu hijo superará esta fase con la edad y se beneficiará de tus ánimos para mostrarse relajado con su cuerpo.
Golpear la cabeza
Observar a un niño golpearse la cabeza puede resultar muy angustioso, por mucho que te digan que tu pequeño no se hará daño a sí mismo. Un niño que se golpea la cabeza a menudo puede hacerlo por sentirse abrumado por sus sentimientos, por intentar consolarse, o por buscar tu atención. Intenta averiguar la causa. Si se trata de un comportamiento habitual, puede que descubras alguna pista visual antes de que comiencen los golpes. Anímale a buscar otro modo de expresar su ira y frustración, como correr para quemar su exceso de energía.
Lo mejor es ignorarlo, ya que responder a su comportamiento puede reforzarlo como un medio para conseguir tu atención. Los niños poseen un mecanismo de autorregulación que les impide hacerse daño. Utiliza las técnicas de ignorar y, si hace falta, sujétalo con fuerza. Te ayudará saber que cuando tenga 2-3 años dejará de comportarse así porque habrá encontrado otras maneras de consolarse. A medida que desarrolle el lenguaje, encontrará el modo de explicarte cómo se siente.
El control de esfínteres
Al final de su tercer año, la mayoría de los niños controlarán esfínteres casi en su totalidad durante el día, pero la sequedad nocturna tardará un poco más. Si tu hijo ha conseguido no mojar la cama varias noches seguidas, intenta acostarlo sin pañal. No le reduzcas la bebida durante el día, no sólo es importante para su salud, sino que necesita tener la vejiga llena para darse cuenta de que quiere hacer pis. Algunos escapes durante la noche indican que tu hijo está alterado por algo, de modo que averigua la causa discretamente. Elógialo cuando controle el pis, pero no lo regañes cuando se le escape. Alternar capas de sábanas y protectores puede ahorrar tiempo si se produce un escape por la noche. La caca nocturna requiere más tiempo para controlar.
Los cambios en los hábitos del niño, una vez que ya controle esfínteres, pueden indicar alguna dificultad física o emocional. Siempre es bueno acudir al médico para que revisen al niño, ya que el estreñimiento y otros problemas de intestino pueden querer decir que el niño tiene problemas para controlar el movimiento intestinal, y que puede sentir dolor.
Si tu familia atraviesa un período de cambio y a tu hijo le resulta difícil o estresante, sus sentimientos pueden reflejarse en cambios en el control de esfínteres. No te muestres preocupada ante tu hijo. Ofrécele consuelo y vuelvan a una etapa anterior del aprendizaje del control de esfínteres.
¿Porqué se producen los problemas?
Los problemas graves de comportamiento en niños pequeños pueden entenderse de dos modos: como indicativo de mensajes poco claros por parte de los padres y escasez de límites de conducta, o como indicativo de infelicidad o ansiedad. A veces se producen por ambos motivos.
Dado que la capacidad de comunicación del niño aún está en desarrollo, a esta edad las acciones son más eficaces que las palabras, por lo que todos los comportamientos deben considerarse en el contexto de lo que significan, al igual que su resolución. lo más importante es que a pesar de lo angustiada y frustrada que pueda hacerte sentir, los padres más eficaces son los que conservan la calma, son coherentes y claros en sus respuestas.
Fuente: Tu niños mes a mes.