Adoro a nuestra chica con síndrome de down, bien lo sabe Dios, pero reconozco que sus cada vez comportamientos estrictos me desquician.
Ya he hablado de ellos en anteriores ocasiones, pero el problema en vez de reducirse se va asentando. No son cosas importantes o que afecten a la convivencia. Sobre todo no la perjudica porque las demás hermanas que son las principales afectadas ceden comprendiendo que es mejor así. Que es mejor dejarla realizar sus rutinas que enfrentarse a ellas, porque realmente no las comprende.
En verdad, muchas de estas manías son en beneficio de los demás. La forma de poner la mesa, de colocar la ropa, de poner las sillas, de asegurarse que todas tienen comida en el plato y bebida en el vaso, lo supervisa y lo exige pero velando por el bien de los otros.
Pongo varios ejemplo cercanos. Hemos pasado unos días en la playa con motivo del Puente de Mayo. Teresa siempre tiene que abrir la puerta de la calle, del portal, dar a los botones del ascensor. Comer los yogures de sabor y echar en cada cucharada un poco de azúcar (aunque al final hacemos el "paripé"). Tener que ir o delante o detrás de los demás supervisando. Y así mil pequeñas cosas que cuando tienes prisa o estas cansado pues te chirría mas de la cuenta.
Al cole tiene que entrar sola y así debe de hacerse, porque sino se pone a gritar empujándote en el coche. El "yo solita" y "yo se" esta a la orden del día. Posiblemente lo mas positivo de toda esta cabezonería.
Y tengo claro que esto es producto del síndrome de down, porque las demás hermanas no son tan estrictas en el cumplimiento de algunas rutinas, que también es la forma de hacerla sentir segura.
Tengo miedo que estos comportamientos que ahora son anécdotas se intensifiquen y se enquisten. Y de mayor sea una mujer con demasiadas manías.