Soy Roberto Reyes Tarazona, nací en Lima, el 31 de julio de 1947. Soy docente universitario y escritor. He pertenecido al grupo Narración y he publicado a la fecha 14 libros: dos novelas, seis antologías literarias, seis libros de cuentos. Acabo de publicar un libro de cuentos: Composición en sombras; tengo en prensa otro en torno a Miguel Gutiérrez; he terminado una novela y estoy por concluir un estudio que he titulado: Lima: narrativa, sociedad, espacio. En la universidad donde trabajo, dirijo dos revistas: Arquitextos, de la Facultad de Arquitectura, y Paideia XXI, de la Escuela de Posgrado, donde soy jefe de la oficina de Investigación.
¿De qué trata tu libro?
Composición en sombras es un conjunto de relatos que encaran el tema de la violencia desde diversas perspectivas; es decir, no solo la violencia política sino la derivada de los hechos que suceden en nuestro entorno familiar, interpersonal, urbano, etc. En conjunto, diría que ofrecen una visión del drama que significa vivir en el Perú actual.
¿Por qué este libro ahora?
Después de haber publicado cuatro antologías literarias, me di cuenta que estaba trastocando mi papel en relación con la literatura. Yo no soy un profesional de esta especialidad y, si estaba incursionando en el campo de la crítica o la reflexión, fue por cuestiones coyunturales. En estricto, mi ingreso a la creación narrativa fue por razones estrictamente personales. Así, pues, me dije que era hora de sacar a la luz algo mío. De modo que, a partir de algunos cuentos que ya tenía terminados, me puse a escribir otros que redondearan un conjunto para conformar un libro. Hay quienes dicen que los libros de cuentos solo son una suma de textos que se publican cuando hay suficientes para formar un volumen, pero yo no comparto ese criterio. Todos mis libros de cuentos están armados en torno a un tema determinado: la ciudad, el barrio, los animales y el hombre, y así.
¿Cómo es tu proceso creativo?
Esa es una pregunta que no creo poder responder. Para esquivarla, desde un punto de vista racional, se han inventado fórmulas que ya son reiterativas: desde la inspiración por las musas hasta los demonios (Vargas Llosa y tantos otros), los fantasmas (Sábato), las obsesiones subconscientes y un sinfín de variantes que buscan ser ingeniosas para ocultar la imposibilidad de explicarlo.
¿Tu libro es pura ficción o está basado en hechos reales?
Parto de experiencias personales, hechos que he observado, relatos escuchados, que uso como materia prima para su transformación en narraciones. En algunos, el punto de partida de la realidad es mínimo, en otros fusiono diversas experiencias, a veces impongo mi voluntad para alcanzar un efecto o un resultado imaginario teniendo en cuenta una imagen, un recuerdo fugaz. Y, aunque no me lo propongo, creo que a veces aparece por ahí el sociólogo que me dicta interpretaciones de hechos que integro a los sucesos puramente imaginarios.
¿Con qué otros autores te sientes en sintonía?
En mis inicios, con las primeras obras de Reynoso y de Higa, con Benedetti y Revueltas. Ahora ando un poco aislado, leo menos que antes y escribo por motivaciones muy personales, a tal punto que no sé con quién me podría relacionar. A mi edad, obviamente no compatibilizo con la obra de los jóvenes, y los de mi generación han encontrado cada uno un rumbo muy propio.
¿Te ha resultado fácil publicar este libro?
Nunca ha sido fácil publicar en nuestro medio, y ahora menos que antes. Con algunos de mis libros se dieron circunstancias favorables muy particulares, pero en este caso no. Quizás, porque no tengo una producción continua y estoy un tanto fuera del circuito de intereses actuales.
¿Se puede vivir de la literatura en el Perú?
Los únicos que viven de la literatura –y no muy bien– son los profesores universitarios. En cuanto a los creadores, el único caso que he conocido es el de Óscar Colchado, que en una época, más que la venta en librerías –siempre limitada–, colocaba sus libros en provincias, en colegios, ferias y diversos eventos, con mucho éxito. Ahora, aún lo que tienen éxito de ventas, creo que deben dedicarse a otras actividades complementarias para salir adelante.