La inmensa mayoría de los compositores (hablo aquí de música clásica contemporánea, no popular ni folklórica) están ya más que contentos con que sus obras sean interpretadas. Muchos viven de otra cosa: de tareas extramusicales o de la docencia (que no es una actividad totalmente extramusical), no pocos tienen “una pequeña renta” confesada bajo juramento de silencio. Es decir que la misma idea de vender sus partituras les resulta innecesaria y contraproducente. “¿Quién las va a comprar? ¿Cómo llego a esta gente? Es mucho trabajo. Yo quiero hacer arte y música en libertad, no soy un comerciante fenicio.” La zorra y las uvas.
Aquí no me voy a poner a explicar la importancia o no de poner precio a la propia música o a justificar moralmente la venta de partituras. Voy a comentar cómo lo hago yo y porqué. Quien no quiera vender sus obras puede pasar directamente al último párrafo.
1 – El modelo tradicional básico es vender las obras a una editorial comercial. Peters Verlag, Universal, Hal Leonard. Lo bueno es que ellos tenderán a ocuparse de la difusión y que supuestamente tienen canales mucho más aceitados que los que pueda tener un compositor suelto. Lo malo es que (a) conservan el copyright (es decir que ya no puedo venderlas yo mismo), (b) pagan apenas el 10% del precio de venta y a veces menos, (c) hay que estarles encima controlándolos de vez en cuando, (d) si NO se ocupan de promocionar las partituras, nos quedan sólo las desventajas.
Si estas editoriales pagan una suma inicial para comprar el copyright, entonces se justifica plenamente, pero (sobre todo las editoriales pequeñas) no están en condiciones de hacerlo. Puedo comprender sus problemas, pero -disculpen- yo no voy a hacer caridad con una empresa comercial.
2 – Vender mis partituras en mi propia página web tiene un aspecto positivo: yo conservaría el 100% de las ventas. Pero implica varios problemas que de momento no puedo resolver: (a) establecer un sistema de pagos a prueba de hackers, (b) establecer un sistema de descarga inmediata (hoy, quien paga cualquier cosa online no quiere esperar que el fulano del otro lado le envíe un archivo adjunto), (c) emitir facturas y conocer detalles de los impuestos internacionales, (d) ¡promocionar mi página web! Porque la gente en general no sabe que mi música existe y no se le ocurre venir a buscarla.
Ergo, de momento mi estrategia es la siguiente (del tipo “establecer y olvidarse”):
3 – Hay portales online que se dedican a la venta de partituras en formato electrónico (PDF). Por lo general NO conservan el copyright (para mí lo más importante) y tienen un contrato no-exclusivo (es decir, puedo también vender mis cosas en otro lado, o regalarlas).
Actualmente estoy usando fundamentalmente Sheet Music Plus. Básicamente mi idea es vender las partituras en este portal (y otros similares que vaya conociendo) para llegar a esa gente a la que jamás hubiera ocurrido contactarme. Es decir, poner mi kiosko en el Gran Bazar Central, no en mi despacho en un barrio periférico, para llgar al cual la gente tiene que saber previamente que existo. De esta manera, si estoy en este alegórico Gran Bazar, existe la posibilidad (no la certidumbre) de que, buscando otra cosa similar, encuentren mi música.
Importante es saber además que, si mi obra es tocada en público, ganaré bastante más mediante las sociedades de derechos de autor que por la venta de una partitura. Es decir, si la obra es ejecutada (legalmente, es decir declarando su ejecución) debería llegarme una cantidad unas 5 a 10 veces mayor que lo que vale esa misma partitura. Es una estimación a ojo, y además tardará muchos meses, a veces años. Pero es mucho más dinero. Por esta razón no tengo nada en contra de poner un precio bajísimo a la partitura: para no esconderla tras un muro de pagos.
Además, como me decía el compositor minimalista Tom Johnson: “Ponle un precio a tu partitura, si después quieres siempre puedes regalarla“.
Lo que sigue ahora no es propaganda desvergonzada, es una descripción de lo que de hecho estoy haciendo y un análisis crítico de los resultados, es decir, de si me conviene seguir haciéndolo.
Cuando conocí la existencia de SheetMusic Plus hice un experimento: puse allí un breve vals para piano (Para Lisa) y me olvidé. Tras varios meses se vendió un ejemplar, lo cual me motivó para seguir agregando partituras. Luego de agregar 25 partituras puede uno pedir que le hagan una pequeña página, un perfil de “publisher”. Este es mi perfil en Sheet Music Plus.
Visualmente, SMP no es nada del otro mundo. Ya evolucionará. Es lo menos importante. Las funciones de búsqueda son complejas, porque hay mucha música. Este es mi resumen, tras unos dos o tres años de estar con Sheet Music Plus:
– Conservo 45% del precio de venta. Esto es más que el 10% de una editorial tradicional, pero está muy lejos de mi ideal (que sería conservar 80 u 85%). De momento no hallé nada mejor. Volviendo al símil del bazar: es como pagar un alquiler por mi puestito. Allí pasa la gente diariamente, ellos gestionan todo el lío de los pagos, las descargas y lo legal, y hacen propaganda en forma periódica. De algún lado tiene que salir ese dinero, y es de los porcentajes que retienen a los compositores. Digámoslo de modo drástico: el 45% de algo es más que el 100% de poco.
– Hay un programa de “afiliación” por el cual puede entrar un dinerito adicional, es decir, si la gente llega a Sheet Music Plus mediante mi link, y compra cualquier cosa (aunque no sea una obra mía), yo recibiré una comisión (creo que es el 8%; por no hacer casi nada está muy bien).
– Puedo poner el precio que quiero (mínimo 2 dólares).
– Conservo todos los derechos. Si mañana firmo contrato exclusivo con la mejor editorial del mundo y quiero retirar todas mis obras, puedo hacerlo en pocos minutos.
– Los usuarios pueden escribir unas líneas acerca de la obra, particularmente si la han ejecutado y tienen ideas prácticas acerca de cómo solucionar equis dificultad. Puedo imaginar que un informe positivo estimula más el apetito que no ver allí ningún comentario.
– Un detalle más artístico: puesto que estoy intentando vender algo, me esmero en que la calidad del “producto” (partitura) sea lo mejor posible. Sería una descortesía vender una partitura mal escrita, con colisiones gráficas, fallos de layout, con ambigüedades acerca de matices, tempi o barras de repetición. Es decir, por el hecho de ponerlas a la venta, las partituras mejoran. (Sé lo que piensan: regalar una partitura mal escrita es también descortés – absolutamente de acuerdo.)
– La inmensa mayoría de las compras son desde Estados Unidos. Ha habido alguna desde la República Checa, desde Dinamarca, desde Australia. Pero de países hispano-hablantes, cero. Quiero ahora ahorrarme la “mala sangre” de buscar explicaciones.
– Los de Sheet Music Plus sugieren poner un ejemplo de sonido. Lógico: el posible comprador quiere saber cómo suena antes de comprarla. Y lamentablemente ya los músicos se han malacostumbrado a que existen en Youtube versiones de prácticamente cualquier obra, ergo casi nadie está entrenado para leer una partitura y saber internamente cómo suena, o no quiere dedicarle tiempo a descifrarla. La consecuencia es que intento entonces hacer “doblete”: poner a la venta aquellas partituras de las cuales ya hay una grabación, sea de Spotify, Bandcamp o aunque sea de calidad semiprofesional (youtube). Y por supuesto, allí donde está la grabación, me preocupo en poner el link a la partitura. Una página remite a la otra. La idea es que quien encuentre UN hilo de la madeja, pueda tirar y desenredarla toda.
– Los de Sheet Music Plus sugieren poner una descripción. Esto no me resulta problemático porque estoy acostumbrado a escribir descripciones de mis obras para los programas de concierto (aprendí esto de Karlheinz Stockhausen; sus partituras incluyen casi siempre unas notas explicativas para el público y otras para los ejecutantes). Es una costumbre muy sana. Pero a muchos compositores les cuesta muchísimo escribir acerca de sus obras.
Circula esa estúpida cita atribuida a Frank Zappa y a diez personas distintas, algo como que “escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura“, la cual es una falacia muy ingeniosa. También circula el famoso “Si quieren saber cómo es mi música, óiganla“.
Podrás tener razón o no, pero ¿sabes qué? Eso no va a ocurrir, no te van a oir, porque no te van a encontrar. En este Gran Bazar como es no ya Sheet Music Plus sino el mundo en su totalidad, y más en la era de los algoritmos y motores de búsqueda (San Google) la gente busca mediante palabras, escribe en una cajita lo que quieren hallar – y hacen lo que pueden. Puede también buscarse por imágenes (una función espectacular). Puede, limitadamente, identificarse la música que está sonando (shazam). Pero hasta la fecha (2018) no puede buscarse por melodía, o por estilo o por carácter, excepto que la describas con alguna palabra.
Aprender a describir la propia música es el precio que hay que pagar por la democratización del acceso a las posibilidades de promoción que antes estaban monopolizadas por los sellos discográficos, las editoriales comerciales y sus respectivos guardianes. Ahora cualquiera puede hacer música y ponerla online. Es decir, hay mil veces más música accesible que hace medio siglo. ¿Cómo encuentran la tuya, cómo encuentran una aguja en un pajar lleno de agujas? Respuesta: la encontrarán, acaso, si las descrito adecuadamente.
– Otra de las cosas que se sugiere es poner artistas similares. Aquí saltan todos los compositores primerizos: “mis obras son distintas a TODO lo que existe”. No lo pongo en duda. Pero lo que queremos es que la gente encuentre esas obras. Tu música es diferente a todo, pero ¿no estará más cerca de (por ejemplo) la música impresionista que del hip hop?
En cuanto a la denominación “artistas similares”, sugiero plantearla de otra manera. No es que la música de esos artistas en sí misma sea esencialmente (técnicamente) similar, sino que aquellas personas que siguen al artista A, posiblemente sigan al artista B (a tí). ¿Qué es más probable? ¿Que mi música le guste a un fan de Drake o a un amante de Erik Satie? La expresión “artistas similares” o “suena como” es errónea, pues se refiere una característica intrínseca de la música. En realidad, se trata de la recepción de esas músicas, no de la música en sí misma.
Visto así, muy a lo grueso, la cosa cambia. Y hay que mostrar lo grueso. Nosotros, como creadores, estamos demasiado cerca de la obra como para (precisamente) tomar distancia y ponernos en el lugar del espectador. Para nosotros es evidente que cambiarle la articulación a tal frase modifica sustancialmente la identidad y el sentido de la obra; para el 99% de la gente sigue siendo exactamente la misma música para piano solo.
En síntesis: Sheet Music Plus me ha ayudado a darle proyección adicional a mi música. No estoy ganando mucho dinero: 20 dólares el año pasado. Pero este año ya superé los 20 dólares mucho antes de diciembre. Imagino que la estrategia debe tener disciplina para establecerse y dar más frutos. Además, tengo en SMP sólo 44 partituras, esto será apenas el 5% de mi creación total, o menos si contamos las adaptaciones para distintos grupos instrumentales.
Una última idea. Si deciden meterse con SMP (o con cualquier plataforma similar), aconsejo seguirlos en twitter, Facebook o donde los encuentren. Primero por una cuestión práctica: si publicas un tweet y los mencionas, lo retwittearán (lo cual le da una proyección adicional). Cuando puedo, al venderse una obra escribo un tweet alusivo, con un fragmento (JPG) de la partitura, algún hashtag descriptivo, link al audio, link a Sheet Music Plus y los menciono.
Y segundo, lo más importante: en el fondo ellos están poniendo un hombro para darle proyección a tu música. No lo hacen gratis, pero lo están haciendo. Es decir, contribuyen a tu causa. Tal vez no sean tus amigos del alma, pero sí tus aliados.
Postada: el vínculo directo para pedir acceso a Sheet Music Plus es mediante SMPPress.
[ Juan María Solare, Bremen, Alemania, 23 de septiembre de 2018 ]
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