Suelo defender que la gente encuentre entretenimientos, hobbies, formas de amenizar su vida. No suelen gustarme la mayoría de esas aficiones, de hecho tengo profundo rechazo a algunas. No prohibiría pero si me gustaría que desapareciesen determinados rituales que convierten la (mal) denominada “cultura” de la sociedad en algo infumable. Pese a mis odios, entiendo que ciertas costumbres perduren en aras de facilitar nuestra alienación y favorecer nuestra vida como masa social. Masa borreguil para lo malo (idiotización), pero seres profundamente individuales para lo bueno que tiene la colectivización (conseguir/mantener derechos).
San Valentín entra en esa idea de celebración en la que se ve reflejada lo peor del ser humano (consumismo, dependencia emocional, falsas apariencias) pero que por otro lado entiendo positiva en la medida que provoca sorpresas o ilusiones en muchas parejas. Que si su vida deambula en el alambre entre la vulgar rutina y convertirse en una puta mierda, al menos hoy (que además cae en sábado) salen, hacen algo, se regalan cualquier cosa y extienden su actividad sexual más allá de un coito vaginal primitivo…pues muy bien. Alegría. Lo digo en serio. No hay rastro de ironía en estas palabras.
Me gustaría reivindicar para terminar algo que creo que merece un aplauso que no tiene a nivel público. En este mundillo donde los hijos de los ricos se hacen llamar entrepreneurs y crean apps inútiles que luego son financiadas/subvencionadas/mantenidas con dinero público (bendito liberalismo para amiguetes) quiero elogiar una aplicación que quizá hoy tenga menos actividad. Mucha gente no la usará…es un día de disimular. Me refiero a Tinder. Un aplauso enorme (tampoco hay ironía aquí) para las personas que han llevado a cabo ese proyecto permitiendo que la gente aumente considerablemente sus opciones de sexo. Y con ello poder llevarse algunas alegrías, espero que sin ETS.
Feliz San Valentin..der.