Íbamos dirección al lago Tonle Sap en Siem Reap para visitar un pueblo flotante, y nuestro guía local nos llevó en tuk tuk a un mercado local antes de llegar. Fue una experiencia única, ya que siempre voy buscando lugares menos turísticos para conocer cómo viven los habitantes de los pueblos o ciudades que visito. Creo que son los momentos que más recuerdas, y las sensaciones que se te quedan grabadas para siempre.
En cuanto entramos un olor muy fuerte se apoderó de nosotros. Especias, fritos, pescado y frutas todo mezclado. Miré al frente y me di cuenta de que no había ningún extranjero, cosa que me encantó. Y de repente me di cuenta que todos nos miraban. Los niños con los ojos como platos se acercaban curiosos para descubrir qué hacíamos ahí.
Habíamos llevado globos de colores para los niños camboyanos y no estábamos seguro del efecto que causarían y si les gustarían. Hinchamos un globo y se lo dimos a uno de los niños. Decir que los pequeños en Camboya son muy tímidos y se escondían en las faldas de sus madres, pero la cara que pusieron cuando cogieron el globo es indescriptible.
En este mercado, los lugareños se acercan a diario a vender e intercambiar productos locales, sobre todo comida. Lo que más se veía eran puestecitos de verduras y arroz que plantan en sus pequeños terrenos junto a su casa de madera construida en lo alto para evitar que se destruya en la época de lluvia.
¡La cantidad de alimentos diferentes que vimos! Muchas especias, colores intensos… Sin duda fue todo un descubrimiento. En Camboya tienen diferentes tipos de arroz, y el que más se planta en esa zona es un grano más blando y aplastado que tiene un sabor intenso incluso cuando lo pruebas sin cocer.
También se puede comprar comida recién hecha. Un señora vendía pescado recién cogido del lago Tonle Sap, que freía al momento en una sartén gigante, mientras su hija espantaba las moscas que revoloteaban incansables encima del pescado. Una chica vendía plátano frito que también servía recién hecho. Acabábamos de desayunar, pero me quedé con las ganas de probarlo, ¡tenía una pinta riquísima!
Si visitáis este mercado local o alguno parecido, no encontraréis ningún souvenir ni productos que no sean útiles para los habitantes de esa zona. Desde utensilios de cocina hasta calabacines gigantes.
Sin duda el mercado y sus alrededores impresionan. El pueblo es una explanada gigante de arena y arrozales donde cruza una carretera sin asfaltar. Os recomiendo que llevéis gafas, porque salta mucha arena a la cara y no debéis cerrar los ojos. Tenéis que tenerlos bien abiertos para descubrir cada casita de paja y madrea, cada rebaño de vacas grises y delgadas, los niños jugando con una pequeña pelota, las niñas vestidas impecables de uniforme que recorrer largas distancias para ir a la escuela…
Puedo deciros que mi viaje a Camboya fue uno de los que recuerdo más impactantes y lo mejor del país, su gente. Tienen una sonrisa para todos y una mirada alegre. Creo que pocas veces he experimentado tanta amabilidad, sensibilidad y simpatía.