Revista En Masculino

Comprar con bolsas reutilizables

Por Yyoconestasbarbas

Hace ya unos cuantos meses, llegó a mis oídos que existían unas bolsas reutilizables específicas para usar en la sección de frutas y verduras de nuestros supermercados.

-“¡Cómo…! ¿Que puedo ir a comprar sin tener que inundar mi casa cada vez que voy, con esas pequeñas y fastidiosas bolsitas finas y transparentes, que acaban siempre irremediablemente en la basura? Esto lo tengo que probar…”-

Dicho y hecho. Ya tenía el mejor auto-regalo de Reyes para este año que se me pudiera ocurrir. Bien fabricadas, para comprar a granel, de rejilla fina, ligeras, cómodas. Con un cierre de cordones. Perfectas para el uso que se especifica.

Hice mi pedido: Me llegaron a casa, y me lancé a hacer mi primera compra con ellas. Porque creo que nos toca hacer algo. Y que hay que hacerlo ya. Creo en que un mundo mejor para todos es posible. Creo en arrimar el hombro. Creo en el compromiso personal. Creo en una cuota mínima de responsabilidad y conciencia social. Creo en la solidaridad. Creo en el ejemplo. Creo en la acción. Creo en el poder milagroso de la gente. Creo que el mundo, nosotros, tenemos que cambiar. Y me lancé a la calle carrito en mano a hacer eso mismo. A realizar mi pequeño gesto cotidiano con mis bolsas.

Yo suelo alternar nuestras compras entre el mercadito de la galería de alimentación de mi barrio, y el híper del centro comercial de mi barrio. Y ese día me acerqué al híper: un Carrefour. Realmente fui contento a hacer la compra. Entré, seleccioné mis artículos, los metí en las bolsas, y me acerqué, muy ufano yo, hacia la zona de pesaje donde está el frutero con las básculas. Llegué, miró aquello… Y mi gozo en un pozo, y la primera puñalada, en la frente: ¡no me dejaba usar mis bolsas! -“Es política de empresa, lo siento mucho…”- Me comentaba resumiendo entre sorprendido y apesadumbrado el hombre.

Yo no entendía nada y me pilló a contrapié, pero tuve que aceptarlo, claro. Me cambió la compra a sus propias bolsas, y me fui con las orejas gachas y la música a otra parte. Yo pensaba: -“Qué absurdo… ¿Cómo puede ser? ¡No tiene ni pies ni cabeza…!”-

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Y es que no entendía aquel contrasentido. No entendía la hipocresía encerrada en aquella negativa; en aquella política de empresa.

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No comprendía cómo podía ser que en esa cadena, en línea de caja, te invitan y animan a llevar tus propias bolsas de casa, y de hecho, te penalizan si no la llevas, ya que si pides las suyas te hacen pagarlas, y a la vez, dentro del establecimiento, en la sección de frutería, te prohíben hacer eso mismo, y te obligan a utilizar sus bolsitas. ¿Quién podía entender eso? ¿Qué política medioambiental es esa? ¿Cómo pueden alardear de innovadores y de favorecer un comercio sostenible con este ejemplo de mierda? No entendí aquello.

Cómo poner la etiqueta en una bolsa reutilizable

El gran problema de las bolsitas de plástico donde metemos las frutas y verduras del súper, o de cualquier pequeño comercio, ya puestos, tal y como yo lo veo, es múltiple: por un lado, no son de plástico ecológico o biodegradable (como sí son algunas supuestas bolsas más modernas, fabricadas a partir de fécula de patata, por ejemplo).

Tienen también una vida útil real ínfima, consistente en lo que dura el trayecto de la tienda hasta tu casa, ya que no se suelen reutilizar y suelen romperse para abrirse, porque quitar el nudo o la etiqueta suele dar mucho trabajo o se rompen al hacerlo, al ser tan finas. No son útiles.

Y por último, no son como una bolsa grande de línea de caja, en la cual puedes meter muchos artículos a la vez, sino que aquí, cada artículo concreto debe ir, por cuestión de precio, en su propia bolsa, de tal manera que si compras un pimiento, una manzana, una pera, dos tomates y un pepino, debes por fuerza, utilizar cinco bolsitas diferentes. Que van a ir directas al cubo nada más entrar en casa.

¿Os hacéis una idea de la cantidad de basura generada a lo tonto, que significa eso? ¿La cantidad de plástico prácticamente inútil que puede salir de un híper grande, como puede ser el Carrefour de turno de mi barrio, o del tuyo, cada día de cada semana de cada mes? Ahora extrapola y piensa en todos los híper, supermercados o pequeños comercios de barrio que hay por todo el país, utilizando el mismo sistema. Por no hablar también de sus primos hermanos, los guantecitos de plástico o las bandejitas de pvc, claro. También usadas últimamente en pescadería y carnicería, en muchos establecimientos, por cierto.

Aquel día no pude hacer nada a la respecto, pero salí de allí teniendo una cosa clara, y es el gran acierto y el gran regalo de esta historia. Yo tenía claro que quería usar mis bolsas. Por tanto, no sabía si volvería a ir a comprar allí. Y no sabía si cambiaría en algo el parecer de ese establecimiento, pero yo debía y quería dejar reflejado mi malestar por escrito; quería que alguien, el responsable de turno de allí, se diera cuenta de que todo aquello ESTABA MAL. Que hay algo contradictorio en todo esto. Quería dejar constancia de ello.

Y así he hecho unos días después. Resumiendo, me acerqué a información, y expuse allí lo que me ocurrió. Quería que alguien me lo explicara, y me ofrecieron una hoja para anotar la sugerencia. Pero además, la chica que me atendió, muy amable, me dijo que esperara, que iba a intentar localizar a la jefa de la sección de frutería, para preguntar directamente.

¿Y qué ocurrió? Que la localizó. Que hablaron por teléfono, y que llegaron a una conclusión: el único inconveniente que encontraban era el detalle de poner la etiqueta del peso/precio en la bolsa, ya que debe quedar bien cerrada y sin posibilidad de abrirse. Y que si yo no tenía inconveniente en que se pusiera la etiqueta, que podría pasar con ellas y utilizarlas sin problema.

¡Victoria! ¿Cómo me iba a suponer eso un problema? ¡Si las bolsas vienen perfectamente adaptadas para poder hacer eso! ¡No hay problema ninguno!

Así que el final anticipado de este pequeño drama doméstico, ya os imagináis cuál es. Al día siguiente, volví a entrar. Antes de pasar, me acerqué de nuevo a información, enseñé mis bolsas reutilizables a la responsable que andaba por allí (quedé en hacer eso cuando salí la vez anterior, que no quería más sorpresas), y me acerqué a la frutería. Antes de llenar nada, me acerqué a hablar con el mismo chico de la otra vez, el de las básculas, y le conté el percal:

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-“Oye… Buenas. Soy el plasta del otro día, el de las bolsas reutilizables. Que me han dado el visto bueno para poder usarlas…”-

-“Pues a mí nadie me ha dicho nada… Espera un segundo que voy a verificar con la supervisora, y ahora vuelvo…”-

-“Genial. Tranquilo, que aquí te espero…”- 

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Y volvió. Con un OK perfecto. Y de allí que me fui con la mayor de mis sonrisas, cargando con mi compra en mis flamantes bolsas reutilizables.

yo, con mi primera compra con bolsas de frutería reutilizables en Carrefour.

Como colofón, apenas unos días después probé también en la frutería del mercadito de mi barrio. Allí, como era de esperar, no solamente no me pusieron traba alguna, sino que los mismos empleados alucinaron bastante con las bolsas. Les hicieron fotos, me preguntaron, y me dijeron que se las enseñarían a su jefe, y que ellos mismos comprarían estas bolsas. (Ya no sé si a nivel particular, o con el ánimo de tener una remesa en la tienda y revenderlas a sus clientes, la verdad).

El caso es que ambos fueron momentos de esos en que parece que los astros se alinean y en los que piensas que por una vez, todo cobra sentido. Que leer, que escuchar, que escribir, que actuar, que tener fe en lo que haces, funciona. Que sabes que estás haciendo lo correcto, que vas por el buen camino y que lo que haces realmente sí que marca una diferencia.

Que un gigante del comercio multinacional como Carrefour se pliegue a tus justas demandas y aprenda de sus fallos. Que un pequeño comercio abra los ojos y conozca nuevas formas de ofrecer sus productos. Que tú, con un simple gesto, aportando el tan famoso granito de arena, puedas ayudar a cambiar el paradigma de consumo masivo de esta sociedad, intentando acercarte a un modelo más sostenible, justo, racional y amable con el medio ambiente… Eso, como diría el famoso anuncio, NO TIENE PRECIO. Oye, que todavía me dura el subidón. 

Quiero dar gracias desde aquí al personal del Carrefour de mi barrio, que en mi caso concreto, hablando, con educación, criterio y buen hacer, dieron la vuelta a esta rocambolesca situación, al igual que quiero agradecer hasta el infinito a las chicas de la tienda Usar Y Reusar, por enseñarnos y mostrarnos que otro camino y otra forma de consumir, es posible.

Volveré, por lo tanto. Seguiré comprando con mis bolsas reutilizables de frutería allá por donde vaya. Que todos los fruteros del barrio me conozcan, y que alguno de los que pasen a mi vera me vean, y se animen a preguntarme. Ojalá muchos lo hagan, y tenga que contarlo muchas veces. Y que el ejemplo cunda y se expanda entre la gente como balsa de aceite. Los primeros, por cierto, en mis hijos y mi familia.

Moraleja:

Aprende. Reclama. Habla. Actúa. Muévete. Insiste.

Si lo intentas, a lo mejor te sorprende lo que puedes conseguir. Y no pierdes nada por hacerlo. 

PD: por cierto… Visto el éxito, creo que voy a necesitar algunas bolsitas más. ;P


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