"Curiosamente cuando compré la vaca, muchos me decían «cómo se te ocurre comprar una vaca para matarla...?». Pero cuando comentaba que iba a comprar a un niño futbolista, la mayoría se interesaba en el tema y hasta quería ser parte del negocio."
Al escritor y periodista chileno Juan Pablo Meneses le interesa la carne de exportación. Compró una vaca recién nacida y la crió por tres años para dar cuenta de los negocios y el folclore que acompañan al pobre animal desde que comienza a pastar en la llanura hasta que termina en el plato. Se sumergió por varios meses en los clubes nocturnos para investigar la industria del porno. Y ahora cerró la trilogía de la carne como metáfora del consumo tras ofrecer 200 dólares para comprar a un nene futbolista.
Lograr esa transacción le llevó dos años, en los que recorrió canchas de fútbol de 16 ciudades de Latinoamérica. Llegó a varias conclusiones. Una es que "el fútbol infantil puede ser una máquina triturapiernas", y lo argumenta a lo largo de su reciente libro, "Niños futbolistas. Una crónica extrema sobre el negocio del fútbol". También allí dice que la "culpa" de la despiadada cacería y compraventa de futuras estrellas la tiene el fenómeno de Messi. Para entender por qué lo dice y por qué sostiene, en todo un capítulo, que "Rosario está loca", vale leer a Meneses.
—Se compró una vaca y un niño futbolista. ¿Qué puntos en común tienen ambos negocios?— Para mí la mejor manera de entender un consumo, un mercado, es hacerlo como consumidor. No escribo ni de fútbol ni de ganadería, sino de consumo. Nosotros como sociedad de consumo vamos depredando, a veces a animales, a veces niños. Dos crueldades porque la mayoría de las vacas terminan en la parrilla y la mayoría de los niños futbolistas no termina triunfador. Curiosamente cuando compré la vaca, muchos me decían «cómo se te ocurre comprar una vaca para matarla...?». Pero cuando comentaba que iba a comprar a un niño futbolista, la mayoría se interesaba en el tema y hasta quería ser parte del negocio.—¿El eje del libro sería la compra barata de niños, en países pobres, para venderlos caros en Europa? ¿Carne de exportación?—Sí, y no se me ocurrió a mí. Se trata de un negocio mundial con el fútbol, que ocurre cada vez más, a más escala y se lo esconde con distintos disfraces, como el de instalar una escuela de fútbol del Villarreal en Rosario (ver aparte) o una escuela del Chelsea, en Brasil. El fútbol transforma todo en fútbol, incluso al trabajo esclavo o al tráfico de niños; es la telenovela de los hombres y como toda telenovela, no siempre tiene final feliz.—Usted recorrió Brasil, Chile, Perú, Argentina, México y Colombia, se topó con chicos, padres, técnicos, cazatalentos y managers. ¿Qué fue lo peor que vio o escuchó durante su trabajo? —Que un padre deje de hablarle a su hijo por semanas por errar un penal, que los adultos paguen para que pongan a los chicos en la cancha o amenacen con armas al técnico o al referí. Que los chicos cumplan horarios de entrenamiento con rigor de oficinistas. Y cosas más sutiles como preguntarle a un niño qué será lo primero que comprará cuando fiche para el Barcelona, y escuchar de respuesta: «Comida». O que un chico de Colombia diga que comprará «una peluquería» o uno de Córdoba sueñe con «una carnicería» para su abuelo. Es grave. Estamos frente a niños que ven al fútbol con perspectiva de trabajo.—También dice en su libro que un adolescente de 16 años ya es muy viejo para la compraventa.—Y a veces antes. El fútbol infantil puede ser una maquinaria triturapiernas donde los niños latinoamericanos son tan baratos, que si se evalúa que no sirven, se los cambia rápido. Lo mismo sudece en Africa, Asia y Europa del Este. La diferencia es que los latinoamericanos tienen una historia ligada al fútbol que los hace algo más cotizables, pero además y sobre todo, aquí se dio el éxito de Messi.—Messi "tiene la culpa" sostiene usted en el texto. ¿Por qué?—Sí, lo digo en el sentido de su éxito, no de su persona. Su compraventa fue tan brutalmente exitosa que despertó la ambición de padres y empresarios. Muchos piensan en comprar un chico para transformarlo en un producto de cientos de millones de euros. Todos buscan al nuevo Messi.—Usted habla de las reacciones ambiciosas de algunos padres en el fútbol y no tan distantes a las que tienen frente al ingreso de un hijo a un colegio prestigioso.—Es que las personas enfrentadas al mercado y al consumo entran en grandes contradicciones. Es malísimo matar animales y riquísimo comerlos. Hay que asumirlo. Es malísimo sacar niños de barrios pobres y transportarlos a Europa para trabajar ocho horas en un estadio, pero es buenísimo verlos campeones del mundo. El padre de Neymar (delantero brasileño del Barsa) dijo en una entrevista: "Soy el padre de Neymar dentro de casa y fuera, el presidente de la empresa Neymar". Ellos van por todo: quieren salir de una villa como Maradona y terminar como él en fiestas en Mónaco. La idea no es culpar a nadie, no pretendo cerrar un tema sino abrirlo. Es tan así que en una misma semana me llamaron de Madrid para abrir una ONG que ayude a los chicos, me llamaron de Barcelona para hacer un negocio con un niño y del Sindicato Mundial de Futbolistas (Fifpro), de Amsterdam. Esta entidad se comunicó con la Fifa, que luego sancionó al Barsa, la mayor maquinaria de reclutamiento de niños futbolistas en este momento. Entonces, el libro ayuda, pero no nos engañemos: en Amsterdam se dice que no se pueden vender niños menores de 12 años, pero se fichan con 9 y la Fifa ataca los negocios del Barsa, a pocas semanas del Mundial. Cuando presenté el libro en Barcelona dije que el Barsa no compró a Messi y pagó el tratamiento por caridad, hizo un gran negocio. A no engañarse.—En el libro usted cuenta que para conocer el negocio estuvo con el "representante de Dios", Guillermo Cóppola, y con el dueño del boliche Esperanto y publica cifras de venta que indignan.—Sí, estuve con todo tipo de empresarios. Y hay varias cifras, pero la más importante, en la que baso la historia del libro, es la de los 200 dólares que le ofrezco al abuelo de un nene de Valparaíso. Es el valor de un niño no fichado, que no ha firmado nada. Pero claro, cada vez es más difícil encontrar a un nene sobresaliente que no esté cifrado por el club, un agente de inversión o un representante. La primera vez que me acerqué a un padre y le pregunté a cuánto me vendía a su hijo, pensé que iba a reaccionar mal. Lo más brutal es que me dí cuenta que me daban precios y negociaban.—¿Por qué en el capítulo 21, La Pasión, dice que llegó a Rosario y se dio cuenta de que la ciudad estaba "loca"?—El escritor chileno Roberto Bolaños decía que estaba "loco" de literatura, en ese sentido digo que Rosario está "loca de fútbol". A mí me gusta el fútbol, soy de la U. Católica, pero Rosario lo vive con locura. Y volví de ahí siendo también de Central Córdoba, tras conocer la historia del Trinche Carlovich.http://www.lacapital.com.ar/Futbol Base y mas