¿En la lengua, corriendo el riesgo de mascar con Su Divina Majestad la nicotina del dedo del cura? ¿En la mano, si no la tiene suficientemente limpia?
En New York –¡todo es posible en América!- han solucionado el problema de la higiene para distribuir la comunión en misa, distribuyendo el kit comunión: vino envasado en un sencillo vaso de plástico y hostia en sobre de plexiglás transparente. A la hora de bendecir (protestantes) o consagrar (católicos y ortodoxos), el usuario (devoto feligrés) desprecinta la hostia, quita la tapa al vaso de vino (para que les lleguen los divinos y energéticos efluvios) y ya está, transubstanciados o bendecidos, según sea el credo del recipiente.
Ya no habrá problemas de higiene, malos sabores y contagios.
Ahora, comulgar es ¡cool!