Revista Coaching

Comunicación : el poder del círculo

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

por Gustavo Nisivoccia

Comienza la reunión del equipo de ventas: cada uno ocupa su lugar en la gran mesa, munido con sus papeles, notebooks, etc. Se irán tocando diferentes temas, se comentarán aciertos y errores. Algo me permite anticipar que los egos están a buen resguardo y los resultados no serán los posibles: la gran mesa.

Existen pocas instancias en las que los seres humanos modernos nos reunimos espontáneamente en rueda, desnudos en nuestra humanidad respecto a los demás (y mucho menos en el ambiente organizacional): una rueda de canciones frente al fogón en algún campamento, alguna rueda de mate improvisada “antes que llegue el jefe”, y poco más. Son casi inexistentes las ocasiones en que nos damos tan por entero a los demás como en una rueda, en un círculo.

Acaso no existan versiones organizacionales modernas de aquellas gigantescas ruedas que cualquier tribu-organización antigua utilizaba habitualmente para tratar sus temas importantes. Sería impensable para cualquiera de estas organizaciones tribales no reunirse de esa forma, cada uno equidistante del centro, sin cabeceras de poder, sin elementos que nos “defiendan” de los demás. 

El círculo, la rueda, es una forma de organización del espacio del poder no sólo horizontal, sino que facilita nuestra comunicación, despojándola de accesorios y símbolos de poder distintos a lo que cada persona nos inspira por sí misma. Además, nos ubica inexorablemente en el “aquí y ahora” del grupo, de sus miembros, de su presencia, quitándonos resguardos y posibilidades de “distracción-evasión” en papeles, anotaciones, etc.
Por ello cuesta. Por estas razones nos expone. El círculo nos enfrenta a los demás desde nuestra presencia, ni más, ni menos.

En una cultura fuertemente jerarquizada y agresora, el círculo es un problema. ¡No deja claro quién es que manda! Tampoco permite tener elementos que nos cubran, cual trinchera, en caso de ser atacados, algo excesivamente común hoy por hoy. También resulta más difícil evadirse de lo que está sucediendo. Y entonces, como afirmamos repetidamente en estas columnas, “lo que no se dice, se actúa” y ocupamos lugares para una relación jerarquizada, vertical, y agresiva.

Hace muchos años ya, distintas corrientes estudian la comunicación no verbal y asignan una importancia relevante a cualquier objeto que se interponga entre los interlocutores como elemento de “protección”, que facilite no comunicarse francamente, adoptando una posición defensiva. Puede ser una taza de café, y mucho mejor aún, un escritorio o mesa. Por estos motivos, la comunicación grupal en círculo es tan difícil.

Era un taller de dos días a realizar con el personal de una empresa. La primer jornada ya se iniciaba y se habían dispuesto cuatro mesas redondas con unas 8 sillas en cada una. Los participantes fueron llegando y ubicándose a su alrededor. Rápidamente la participación derivó en una serie de acusaciones y “tiros por elevación” de cada sub grupo hacia los otros. Salvo excepciones, cada mesa representó un subgrupo en conflicto de la organización.
Desde la coordinación, en la previa al inicio, yo había dudado en desarmar las mesas, sobretodo por un tema de tiempo y practicidad, dado que había que mover absolutamente todo y la gente ya estaba por llegar. 
Un error fatal para una organización que resultó estar en conflicto.
Quedaba únicamente una chance, para la segunda -y última- jornada.

Quitadas las mesas, armé personalmente un gran círculo con las sillas. Los participantes fueron ocupando sus lugares, mirando recelosamente hacia los lados, evaluando su ubicación respecto a otros.
Pudimos comenzar a conversar desde cada uno, desde cómo nos sentíamos respecto a la organización y finalmente, reconocer los conflictos y cómo le resonaba a cada uno.
El conflicto era viejo y persistía también por aspectos organizativos del trabajo, hecho que no iba a cambiar de la noche a la mañana. Sin embargo, pudimos exponerlo, clarificarlo, medir las consecuencias y hasta encontrar que tras las barricadas había “sólo” gente igual a cada uno de nosotros.
Eramos personas buscando clarificar, conocernos desde otro lugar, diferente al rol, a la barricada.
Y eso logramos. El taller finalizó, en un ambiente calmo, de apertura, de esperanza, con disposición a comenzar a transitar otros caminos.

Está de moda decir que queremos “trabajar en equipo”, aunque en la mayor parte de los casos que conozco lo hagamos desde el lenguaje de la verticalidad y no de la horizontalidad. Está de moda decir que estamos disponibles a los demás, aunque siempre sea en el ambiente de seguridad de cada uno, tras algún tipo de barrera física. Entonces nos sorprende que no se logren resultados, que cueste conseguir el involucramiento, que sigamos en “la trinchera”(!).

El círculo es un elemento poderoso para el trabajo grupal cuando se busca trabajar desde la horizontalidad de un equipo. Le puedo garantizar que si se anima a utilizarlo en forma regular, habrá comenzado a transitar un nuevo camino.

Autor Gustavo Nisivoccia

 


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