Vaya por delante una rotunda afirmación: casi todos los conflictos que se producen entre los miembros de una familia empresaria se asientan en un problema de comunicación. Sea porque ésta es insuficiente, porque las formas no son las más adecuadas o porque se tratan los temas en los foros equivocados, una comunicación poco eficiente entorpecerá siempre encontrar una solución satisfactoria.
Antes de abordar las claves para una buena comunicación, es tarea imprescindible desmontar uno de los mitos más comunes, que es el de callar para no herir sensibilidades y mantener así la armonía familiar. Dejemos claro desde ahora que la única oportunidad de resolver cualquier tensión existente o cualquier problema que preocupe es, precisamente, exponerlo. Lo que no se dice, no se soluciona.
Otro error frecuente en la esfera de las relaciones familiares es el de creer que los demás nos conocen tanto, que deben adivinar cuándo necesitamos su ayuda. Entonces, si no acuden en nuestro auxilio, nos enfadamos. Sin embargo, la realidad es que nadie tiene una bola de cristal y que el día a día nos ocupa a todos, haciendo que a veces no veamos esas señales y se nos pase por alto cualquier expresión de malestar. De nuevo, la única forma de solventar el problema es explicarlo para poder buscar, entre todos, la salida más conveniente.
Si ya estamos de acuerdo en que hablar es una premisa fundamental para una buena comunicación, ahora debemos revisar la forma en que lo hacemos. Acudiremos, para ello, al Modelo de las 4 "E", que propone las mejores prácticas para una comunicación eficiente.
La primera, la Expresión, nos invita a decir aquello que necesitamos comunicar, pero de forma asertiva para propiciar una buena escucha por parte del interlocutor. Ello implica ser claros y directos, explicando bien lo que queremos decir, guardando unas formas impecables y huyendo de ciertas expresiones que entorpecen la receptividad del otro, como el "tú nunca" o "tú siempre". Estas generalidades no ayudan, puesto que colocan al otro en una actitud defensiva y dificultan cualquier oportunidad de acuerdo. Además, si lo pensamos, seguro que podremos encontrar casos en los que estas afirmaciones no se cumplen.
De igual forma, deberemos evitar las fórmulas acusatorias de "tú hiciste esto o aquello", sustituyéndolas por otras en primera persona del tipo "cuando pasó ... yo me sentí..." que apelan a la empatía del interlocutor y propician el deseo de alcanzar una solución.
¿Es esto suficiente? Hay otras recomendaciones muy útiles a la hora de mejorar las pautas comunicativas entre las personas, pero hay una esencial a la que no solemos prestar demasiada atención. Tenemos que recordar siempre que la expresión no solo se refiere a lo que se dice con palabras. Albert Mehrabian, psicólogo e investigador, ya alertó acerca de la importancia de la comunicación no verbal: del total de un mensaje con contenido emocional, el significado de las palabras pesa solo el 7%... ¡cobrando la parte no verbal una importancia del 93% restante! Esto nos obliga a que seamos muy conscientes de lo que transmitimos con nuestra entonación o con nuestros gestos y posturas, si queremos facilitar la comunicación con el interlocutor.
El segundo pilar del modelo se refiere a la Escucha. Cuando nuestra hermana, padre o primo acuden a nosotros para compartir una preocupación, ¿podemos atenderles, mientras seguimos leyendo los correos electrónicos o mirando mensajes del móvil? Nunca. Para una buena comunicación, la escucha debe ser activa. Es necesario prestar la máxima atención y que la otra parte así lo perciba. También debe ser honesta y no aparente. ¿Cuántas veces estamos oyendo a alguien sin escucharle, esperando a que termine para dar nuestro punto de vista? Es fundamental escuchar y respetar las aportaciones del otro, estemos o no de acuerdo y, cuando éste termine, será el momento para expresar nuestra opinión.
Un tercer aspecto a tener en cuenta es el de la Empatía. Nada mejor que ponerse en la piel del otro para conseguir entender su necesidad y poder ajustar mejor las propuestas de solución.
Y, finalmente, tenemos el Entendimiento. Nos asombraría con cuánta frecuencia malinterpretamos lo que la otra persona quiere decirnos. A veces, esto ocurre porque estamos convencidos de saber lo que nos quiere transmitir y ya interpretamos el mensaje con este sesgo. Otras veces, porque nuestra escucha no es tan activa como sería deseable y rellenamos los huecos en los que no prestábamos atención con deducciones. O también puede ocurrir porque el interlocutor no sabe transmitir de forma acertada su idea. Sea como fuere, la mejor forma de evitar cualquier mala interpretación es resumirle lo entendido, para contrastar con él su exactitud.
Con todo, lograr una buena comunicación no está exento de retos, pero les animamos a emprender este camino, porque marcará sin duda la diferencia en las relaciones con su familia y les evitará muchos conflictos.
Fuente https://www.eleconomista.es/opinion-legal/noticias/10099753/09/19/Comunicacion-en-la-empresa-familiar-no-nos-entendemos.html