“Vamos a intentar sorber y soplar al mismo tiempo. Digo lo de sorber y soplar al mismo tiempo porque yo he estado en los dos lados, más en uno que en otro pero en los dos. He realizado miles de entrevistas desde “este lado” y ha ayudado a preparar unas decenas desde “ese lado”. Ha pasado tiempo de todo eso, aunque la verdad es que ha pasado mucho tiempo de todo y ahora todo es diferente y aún lo será más. El caso es que si este encuentro lo hubiéramos tenido hace unos años, no muchos, y yo estuviera más “ahí” que “aquí”, recuadraría una máxima que en “ese lado” estuvo vigente, desgraciadamente vigente, durante demasiado tiempo: “información, poca y confusa”. Así era desde “ese lado” y como desde “este” era intolerable había bastantes ocasiones en que las entrevistas eran más bien interrogatorios porque el periodista preguntaba y repreguntaba y el político se enrocaba en el “a dónde vas, manzanas traigo”. Sucedía sin embargo que las mentiras tienen las patas muy cortas y que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, con lo que al final, y a poco que el entrevistador no fuese un zote, el entrevistado terminaba cayendo.
El caso es que aquello de “la información, poca y confusa” se convirtió en una gangrena letal que encima mutó en lo que por ejemplo ahora hace Rajoy-el hombre plasma, imitando mal a Pujol que acuñó lo del “hoy no toca” para esquivar preguntas. Eso ahora. Antes, y también ahora, la mutación fue la nota de prensa audiovisual que es ese paquete que diseñaban desde gabinetes de prensa, y que se sigue perpetrando, y que consistía en mandar a los medios la nota escrita más un par de cortes de audio y un par de totales de video y hasta cuatro o cinco fotografías. De esto se pasó a las comparecencias sin preguntas, y surgió lo de “sin preguntas no hay cobertura”, y de ahí al hombre o mujer “plasma”. Un tremendo error todo, de principio a fin, que alimentó de forma desmedida el descrédito político que es algo que a mi juicio nace de la sensación o percepción, individual primero y colectiva un momento después, del “nos está mintiendo, nos está engañando; se ríen de nosotros”. Terrorífico sin lugar a dudas y así estamos: desconfianza, desapego, recelo, rechazo… a los políticos por supuestísimo pero también a los periodistas.
Todo eso pasó pero como decía al comienzo, en poco tiempo ha pasado mucho tiempo de todo, y de ahí eso tan de moda del “reinventarse”. También, y sobre todo, en la comunicación, y casi más aún en la comunicación política. ¿Sencillo?…: en absoluto. ¿Cómo?…: pues consecuentemente difícil, complicado, arriesgado…, casi casi imposible, por desgracia, por culpa de un montón de vicios adquiridos, heredados e imitados.
En todo caso, y desde mi punto de vista, esa reinvención de la comunicación política, o de la forma en la que el político debe comunicarse con la sociedad, tiene que basarse en conceptos que hasta hace poco, y quizás aún ahora, eran chifladuras, quimeras…
La comunicación política en este momento y ahora más que nunca debe asentarse en:
-la honradez
-la honestidad
-la verdad
-la cercanía
-el respeto absoluto
-….
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Son por tanto valores que quizá no es que se hayan perdido pero a los que desde luego se les ha faltado al respeto o se les ha, digamos, ninguneado, restado importancia, vacilado. Así al menos es, a mi juicio, como lo ha entendido buena parte de la sociedad hasta gritar “ya no más, por ahí no paso” y producirse a continuación ese distanciamiento, desapego o recelo, desde mi punto de vista tremendamente preocupante.
Así pues, el político, hombre o mujer, debe no olvidar ni un segundo que lo es gracias a la gente y sólo y únicamente gracias a la gente, y que por tanto tiene un deuda infinita a la que no debe traicionar ni prostituir jamás.
Por lo tanto, el político, hombre o mujer, desde el máximo respeto y la máxima gratitud a quien de verdad le ha permitido serlo, debe mostrar, o mejor debe enseñar una vez y otra y otra más, su ADN porque en ese ADN hay (debe haber) verdad, honestidad, honradez, cercanía… Haciéndolo una vez y otra y otra más, cada momento de cada día, irá construyéndose una credibilidad que una vez haya recuperado peso, cuerpo, vigor y valor empezará a convertirse en referencia, en referente: un bien extremadamente escaso y absoluta e imprescindiblemente necesario.
Sorteado el preámbulo, pasemos al título del asunto: Relaciones con Medios de Comunicación: herramientas y estrategias. A costa y a riesgo de reiterarme, diré que los tres conceptos de ese título, relaciones-herramientas-estrategias- no son otra cosa, en este momento y ahora más que nunca, que lo ya dicho: honestidad, honradez, verdad, cercanía y respeto. Esas son las herramientas y esas son, en este momento y ahora más que nunca, las estrategias. En cuanto a “relaciones”, en este momento y ahora más que nunca, debe tenerse absoluta y meridianamente claro que no son relaciones con medios de comunicaciones, más con el actual panorama mediático, sino relaciones con las sociedad, con la gente.
En todo caso, acotado más o menos el título y reiterando de nuevo que la única estrategia que engloba a “las estrategias” es la de la verdad, etc etc…; sí hay una serie de herramientas, o más bien escenarios, y mencionaré sólo tres, la rueda de prensa, el canutazo y la entrevista.
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Es por todo ello que considero que tanto en la rueda de prensa como en el canutazo o la entrevista hay que decir lo que se piensa, entre otras cosas porque lo que se piensa se ha pensado previamente en la organización y todos sus miembros lo tienen metabolizado sin necesidad de filtros, estratagemas, teatrillos o paripés previos de todo tipo y condición.
De frente y por derecho es como hay que acudir a cada uno de esos escenarios; escenarios a los que se va a comunicar entendiendo la comunicación, política pero no sólo política, con aquello que nos decían en la facultad: para comunicar hay que tener algo que contar y contarlo. ¿Cómo? Con claridad, con concisión, con veracidad y de manera certera. Contarlo como se lo estaríais contando a vuestro vecino, amigo o familiar, porque no se olvide que cuando un periodista os pregunta o entrevista no se lo estáis contando a él sino a sus oyentes, lectores o televidentes. El periodista no es el protagonista sino el intermediario y cuando le habláis… a quien en realidad habláis es a quien os ha hecho ser lo que sois o a quien podría hacerlo. Es más, él-ella, el receptor-la receptora, es en realidad el verdadero protagonista de esta historia, no el periodista ni tan siquiera vosotros.
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Y bueno, con ese chascarrillo termino. Gracias a todas y todos por la atención y la paciencia”.