El fallo de Valencia ha sido sobre todo un fallo de comunicación, lo contaba Arcadi el otro día en El Mundo. Dentro párrafo: Es probable que Aemet no la viera venir en su magnitud, pero si lo hizo, no supo comunicar de modo apropiado el peligro. Y relacionado: hace tiempo tuve que borrar la aplicación de Aemet de mi iPhone. Insólitamente —la app de un organismo público— era una vía de entrada de virus, su interfaz era puramente rudimentaria y se colgaba cada dos por tres. La comparación con Météo-France, por poner un ejemplo, era hiriente. Hoy la aplicación sigue impertérrita en el fondo cavernoso de la tienda de Apple: tiene un 1,6 de valoración sobre 5. ¡Y no se actualiza desde hace cuatro años! La de Valencia ha sido —y continúa siendo— una catástrofe de comunicación. Dada la inimaginable cantidad de estupideces que se comunican —y destacadamente por parte de la política—, eso supone una paradoja cruel. Una comunicación eficaz no habría evitado las inconcebibles montañas de coches muertos en las bocacalles, pero sí que en su interior hubiera cadáveres.