Ante las informaciones aparecidas desde hace casi dos años en relación a los miembros de mi familia más directa y a las insinuaciones (más bien acusaciones basadas en pruebas documentales o testimoniales y admitidas a trámite por los tribunales) escritas sobre el origen de los medios económicos de la misma, me veo obligado a poner de manifiesto los siguientes extremos:
- Mi padre Florenci Pujol i Brugat dispuso como última voluntad específica que dinero ubicado en el extranjero -distinto al comprendido en su testamento (o sea, dinero no declarado. O sea, dinero negro depositado en paraísos fiscales opacos, como Andorra)- fruto de una actividad económica de la que ya se ha escrito y comentado (la banca. En 1959 a Florenci Pujol se le impidió formar parte del consejo de accionistas de Banca Catalana por estar encausado de un delito fiscal de evasión de impuestos). De resultas, y que no se hallaban regularizados en el momento de su muerte en septiembre de 1980, fuera destinado a mis siete hijos y a mi esposa, puesto que él consideraba errónea y de futuro incierto mi opción por la política en lugar de seguir en el mundo de la actividad económica (que Jordi Pujol, en realidad, sí siguió: en 1959 entró en Banca Catalana, entidad que dirigió durante años). Y aún más, porque habiendo vivido de cerca la difícil época de los años 30 y 40 tenía miedo de lo que le podía pasar, y más de lo que podía pasarle a un político muy comprometido.
- La repentina muerte de mi padre tuvo lugar a unos escasos cinco meses de mi toma de posesión como presidente.
- En aquel momento la minoría de edad de todos mis hijos me convertía en responsable legal de cualquier decisión (falso; su mujer, si es verdad que era beneficiaria, era una responsable legal mucho más adecuada.) y, pese a que mi conciencia y mi cargo me empujaban a rechazar esta herencia (Brindis al sol: si no era para él sino para sus hijos y esposa, no estaba en su mano rechazarla. Item más, recuérdese,era un dinero "distinto de la herencia" y no constaba en el testamento. De haber constado, o sea de haber sido una herencia legal, se habría regularizado legalmente, sin más, en el momento de aceptarla), la última voluntad de mi padre junto con su opinión y dudas sobre mi opción vital por la política pesaban todavía más, y finalmente decidí encargar su gestión y regularización a una persona de máxima confianza de mi padre y también mía (un testaferro, se llama comúnmente a esta figura), gestión de la que no quise saber nunca el más mínimo detalle, hasta que llegados a la mayoría de edad todos mis hijos se decidió que esta persona cediese esta gestión a uno de mis hijos. Es en este momento que mi error original contaminó directamente a mis siete hijos y a mi esposa (no necesariamente: ellos podrían haber regularizado la “herencia” al aceptarla entonces. Pero prefirieron mantenerla opaca en un paraíso fiscal. Tienen, pues, su parte de responsabilidad en el caso).
- Lamentablemente nunca se encontró el momento adecuado para regularizar esta herencia (¿En 30 años? ¿a qué estaba esperando? debería explicarlo: durante ese tiempo ha habido tres amnistías fiscales), como sí han podido hacer el resto de personas que se encontraban en una situación similar en tres ocasiones excepcionales a lo largo de más de treinta años de vigencia del actual sistema tributario (eso, tres amnistías fiscales de la que muchos Revista Sociedad
Comunicado (anotado) del señor Jordi Pujol i Soley
Publicado el 28 julio 2014 por Xavier Xavier B. Fernández
Ante las informaciones aparecidas desde hace casi dos años en relación a los miembros de mi familia más directa y a las insinuaciones (más bien acusaciones basadas en pruebas documentales o testimoniales y admitidas a trámite por los tribunales) escritas sobre el origen de los medios económicos de la misma, me veo obligado a poner de manifiesto los siguientes extremos:
- Mi padre Florenci Pujol i Brugat dispuso como última voluntad específica que dinero ubicado en el extranjero -distinto al comprendido en su testamento (o sea, dinero no declarado. O sea, dinero negro depositado en paraísos fiscales opacos, como Andorra)- fruto de una actividad económica de la que ya se ha escrito y comentado (la banca. En 1959 a Florenci Pujol se le impidió formar parte del consejo de accionistas de Banca Catalana por estar encausado de un delito fiscal de evasión de impuestos). De resultas, y que no se hallaban regularizados en el momento de su muerte en septiembre de 1980, fuera destinado a mis siete hijos y a mi esposa, puesto que él consideraba errónea y de futuro incierto mi opción por la política en lugar de seguir en el mundo de la actividad económica (que Jordi Pujol, en realidad, sí siguió: en 1959 entró en Banca Catalana, entidad que dirigió durante años). Y aún más, porque habiendo vivido de cerca la difícil época de los años 30 y 40 tenía miedo de lo que le podía pasar, y más de lo que podía pasarle a un político muy comprometido.
- La repentina muerte de mi padre tuvo lugar a unos escasos cinco meses de mi toma de posesión como presidente.
- En aquel momento la minoría de edad de todos mis hijos me convertía en responsable legal de cualquier decisión (falso; su mujer, si es verdad que era beneficiaria, era una responsable legal mucho más adecuada.) y, pese a que mi conciencia y mi cargo me empujaban a rechazar esta herencia (Brindis al sol: si no era para él sino para sus hijos y esposa, no estaba en su mano rechazarla. Item más, recuérdese,era un dinero "distinto de la herencia" y no constaba en el testamento. De haber constado, o sea de haber sido una herencia legal, se habría regularizado legalmente, sin más, en el momento de aceptarla), la última voluntad de mi padre junto con su opinión y dudas sobre mi opción vital por la política pesaban todavía más, y finalmente decidí encargar su gestión y regularización a una persona de máxima confianza de mi padre y también mía (un testaferro, se llama comúnmente a esta figura), gestión de la que no quise saber nunca el más mínimo detalle, hasta que llegados a la mayoría de edad todos mis hijos se decidió que esta persona cediese esta gestión a uno de mis hijos. Es en este momento que mi error original contaminó directamente a mis siete hijos y a mi esposa (no necesariamente: ellos podrían haber regularizado la “herencia” al aceptarla entonces. Pero prefirieron mantenerla opaca en un paraíso fiscal. Tienen, pues, su parte de responsabilidad en el caso).
- Lamentablemente nunca se encontró el momento adecuado para regularizar esta herencia (¿En 30 años? ¿a qué estaba esperando? debería explicarlo: durante ese tiempo ha habido tres amnistías fiscales), como sí han podido hacer el resto de personas que se encontraban en una situación similar en tres ocasiones excepcionales a lo largo de más de treinta años de vigencia del actual sistema tributario (eso, tres amnistías fiscales de la que muchos
