
Los esfuerzos de las autoridades locales, funcionarios públicos, asociaciones, ciudadanos individualmente, para facilitar la acogida de los mismos ilustran la tradición de acogida y hospitalidad de nuestra República. La tradición debe especialmente aplicable a las personas heridas que han huido de la guerra, la barbarie y el fanatismo. Nuestro deber moral y cívica nos impone el ejercicio inmediato y concreto de solidaridad en nombre de la fraternidad y humanismo. Ahora para los refugiados que desean instalarse en Francia, el único camino apropiado es el de la integración y la ciudadanía. El Gran Oriente de Francia alentará a todas las iniciativas a través del cual, mañana, los refugiados se convierten en ciudadanos de pleno derecho con los derechos y obligaciones que se aplican a todos dentro de la comunidad nacional.
