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Comunismo de derecha

Publicado el 19 marzo 2024 por Adribosch @AdriBoschMarti

El proteccionismo, y sobre todo la mentalidad proteccionista de temor y resentimiento, es la base del atraso de las economías pequeñas. ¿Uruguay para los uruguayos?

Dardo Gasparré Comunismo de derecha

James Monroe, el primer proteccionista del continente: "América para los americanos"

Nada se opone más a la teoría capitalista que el proteccionismo. Nada se opone más al concepto liberal que el proteccionismo. Nada se opone más a la escuela austríaca económica que el proteccionismo. Nada se opone más a la economía clásica que el proteccionismo. Nada se opone más al bienestar del consumidor de cualquier clase social que el proteccionismo.

Al limitar la competencia externa, limita también la interna, e incumple así el primer principio de Adam Smith y de los clásicos sobre la teoría de mercado, la libertad de elegir, la formación de precios, la inversión no prebendaria, la teoría de oferta y demanda, la ley de mercados comparados, la mismísima generación de la riqueza de las naciones.

Paradojalmente, el mundo ha sido casi siempre proteccionista. Los grandes imperios, las grandes potencias bélicas y económicas, los países adelantados en innovación, en grandes desarrollos industriales, las potencias dominantes, han tendido siempre a proteger alguna parte de su actividad económica, algunos sectores, o todos.

Las excusas para ser proteccionista

A veces con la excusa de guerras, de alguna crisis económica, de alguna razón estratégica, de alguna emergencia sanitaria, de la protección de las fuentes de trabajo, las grandes economías han adoptado el proteccionismo, contra toda la evidencia empírica, las teorías fundamentadas, la propia doctrina que intentaron imponer al resto del mundo.

No es que por eso fueron ricos. Fueron ricos por otras razones. Después decidieron ser ineficientes. Para poner el caso más cercano, Estados Unidos creció a velocidad y niveles inusitados en los 100 años que terminaron en 1975, tras el enorme estímulo que fue su ley de patentes, con una pléyade de inventores, descubridores e inventos que revolucionaron la sociedad y la economía mucho más que el actual boom tecnológico, y que junto a su poderío bélico lo puso como la nación regente de la humanidad. No necesitaba proteccionismo en ese momento, porque nadie podía competirle.

Pero no dejó de ser proteccionista. Aún sin tomar en cuenta la locura keynesiana de Roosevelt que precipitó una depresión mundial inigualada. Siempre algún sector se sentía amenazado. "América para los americanos", o sea "Estados Unidos para los estadounidenses", la emblemática frase-amenaza de James Monroe, no fue muy distinta en su objetivo que el tratado de Tordesillas de 1494. Un monopolio. Un proteccionismo integral.

Cuando Estados Unidos aflojó la cincha

EE. UU aflojó la cincha proteccionista por un rato cuando permitió exportarle a países como Alemania o Japón, sus derrotados en la WWII, un Plan Marshall ampliado que luego se extendió a varias naciones del sudeste asiático como un modo de luchar contra el comunismo, permitiendo a esos países usar sus bajos salarios como un recurso competitivo para venderle.

Recién la acción nunca apreciada de Bill Clinton, verdadero propulsor de la Globalización, permitió la apertura y libertad que condujo al mundo a sus mejores 30 años, responsable de haber sacado de la pobreza a cientos de millones de seres humanos, que suele ser anotado en el haber del capitalismo, no en el de la libertad de comercio que impulsara el expresidente americano, que pasara a la fama no por ese colosal logro, sino por haber hecho arrodillar pasantes, una especie de anticipo del mundo woke de hoy.

Cuando los norteamericanos dejaron de tomarse el trabajo de crear, inventar, innovar, se dieron cuenta de que los países que habían ayudado ya no eran pobres, y lo que es peor, ya sabían más que ellos de muchos temas. Entonces volvieron a sobreprotegerse. Desde George Bush (n) en adelante, pasando por Obama, Trump, Biden, su proteccionismo fue en aumento. Lo mismo hizo Europa, sin pasar por la grandeza. Estado de bienestar y comodidad, usando la herencia de sus mayores.

El resultado del proteccionismo siempre es el mismo

Hoy las dos potencias viven colgadas de su emisión, su endeudamiento y la esperanza de que nadie se dé cuenta, o mejor, de que todos hagan como que no se dan cuenta.

Pero será muy difícil encontrar casos en que el proteccionismo haya producido riqueza para los países más pequeños, productores de materias primas alimenticias, los pobres "peasants", como dicen despectivamente los ingleses y los americanos. Al contrario. En prácticamente todos los casos, esas naciones crearon un puñado de ricos socios del estado, empresas estatales monopólicas o monopolios privados, sindicatos que son totalmente proteccionistas y que conspiran contra el crecimiento y el empleo, concesionarios y contratistas del gobierno que nadie se atreve a desenmascarar, y pobreza disimulada, subsidiada o expuesta por quiebra del sistema.

Bajo el amparo de los consejos nefastos de la Cepal de 1950, países como Uruguay o Argentina se empeñan en "vivir con lo nuestro", o en remedar la frase de Monroe ridículamente. Ni siquiera han atinado a crear un Cartel como la OPEC, que al menos consiguió mejores precios y ventajas estratégicas importantes.

Uruguay cayó en la trampa hace mucho

Uruguay cayó hace mucho en esa trampa, y no ha logrado o no ha querido salir de ella, pese a todas las declamaciones. Basta ver sus precios en dólares, la precariedad de su sistema laboral, los efectos de una población que creció más allá de toda posibilidad de sustentación con proteccionismo estatal, e mpresaurio y sindical, donde además el empresario y el inversor privado son vistos como enemigos por la mitad de la sociedad.

Uno de los últimos recursos imaginativos para justificar la viabilidad de un costo de vida y un costo de producción inviables, fruto en buena parte de un tipo de cambio que refleja justamente el proteccionismo y el estatismo, es sostener que el hecho de que el costo de producción sea crecientemente elevado no es importante. Según esa teoría, el éxito del turismo y de la exportación de servicios tecnológicos reemplazará con creces cualquier exportación de bienes físicos, con lo que seguramente es irrelevante preocuparse por un dólar barato, que siempre ha sido sinónimo de desempleo y poco crecimiento.

Ojalá sea así. Aunque por las dudas, habría que tener algunas prevenciones. El turismo, y sobre todo el ingreso derivado de él, es siempre bienvenido. Pero requiere mucho análisis para determinar no sólo su futuro, sino el efecto multiplicador y de generación de bienestar y empleo que producirá. Además de otras consideraciones en cuanto al grado de atractivo que se ha sacrificado en aras del crecimiento edilicio desaforado que tal vez sea considerado un activo por el auge de la construcción, en un escenario donde el empleo es generado mayoritariamente por el estado (que ya se ha dicho que no es empleo), el servicio doméstico y los obreros de la construcción.

No jugarse a cualquier sueño que pase

En cuanto a los servicios informáticos, sólo un distraído no comprende que por ahora se trata de la venta de tareas mayormente commoditizadas, que se pagan por línea de programación como antes a las trabajadoras textiles se les pagaba por punto de tejido. Una suerte de cuentapropismo que se abona buena parte en negro, que justamente es usado por los programadores y otros técnicos a modo de escapatoria del proteccionismo laboral.

Habría que tener mucho cuidado en basar el futuro en esas dos actividades, sin perjuicio de que aporten a la balanza de pagos y al PIB. Y sin renegar del hecho de que para algunos individuos constituye una solución, totalmente válida.

Salvando la prisión chantajista del Mercosur, de la que es prisionero, Uruguay debe abandonar todo proteccionismo, con cualquier formato. Y crecer con todas las actividades económicas disponibles. Y sobre todo, dejar que sea el emprendedor, el productor, el inversor, el que decida cómo y dónde quiere poner su esfuerzo, su inteligencia, su talento y su riesgo.

El estado y quienes siguen pensando como si fueran el estado, deben comprender que no se crece ordenadamente y según lo que decidan los iluminados. Se crece con libertad y con menos impuestos al capital, a la inversión y al ahorro. Eso vale todavía más si se trata de una economía pequeña, y con talento de sobra. Y de eso sí hay evidencias.

Origen: Comunismo de derecha - Contraviento


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