Revista Opinión

Con acceso a los códigos nucleares, Trump se ha convertido en una pesadilla.

Publicado el 27 enero 2017 por Santiagomiro
Con acceso a los códigos nucleares, Trump se ha convertido en una pesadilla.
El día después de que Trump se convirtiera en presidente, líderes de la extrema derecha de toda Europa se reunieron en una remota ciudad de Alemania para hablar sobre cómo garantizar que la marca de las políticas de Trump recorra el continente. De esta forma, la extrema derecha se ve fuerte y amenaza con que el ejemplo de Trump se propague por doquier.  Marine Le Pen, candidata racista a presidenta de Francia y amiga de Putin, se dirigió a esta cumbre del odio para hablar del lanzamiento de una extrema derecha unificada por toda Europa, con la vista puesta en las elecciones de Francia, Italia, Alemania, los Países Bajos y más. La web Avaaz toma medidas de proporciones épicas para poder detenerlos. Y recuerda los objetivos conseguidos hasta el momento. “Hemos cambiado las reglas del juego en el terreno del cambio climático, hemos librado a Internet de múltiples amenazas, derrotado a gigantes corporativos como Monsanto, protegido enormes áreas de nuestros mares y selvas. Pero ahora nos enfrentamos a un viejo enemigo de la humanidad, quizá el más antiguo. Haz que este sea el día en contribuyas a construir el movimiento que puede derrotar al odio. La historia se perfila gracias a las decisiones de la gente común… Asumamos el reto de nuestra era”.
Dick Cheney, el ex vicepresidente de EEUU, explicó claramente la situación en una entrevista en 2008: “Al presidente de EEUU le sigue en todo momento, 24 horas al día, un asesor militar que lleva un maletín que contiene los códigos nucleares que utilizaría, y estaría autorizado a utilizar, en caso de un ataque nuclear contra EEUU. Podría lanzar, sin consultar a nadie, un ataque devastador como el mundo jamás ha presenciado. Para ello, no tiene que llamar al Congreso ni hablar con los tribunales”. Los poderes del presidente van más allá de lo descrito por Cheney. EEUU no tiene un compromiso con la doctrina de “no disparar primero” en relación con las armas nucleares. Por lo tanto, Trump podría ordenar un ataque nuclear contra un adversario, aunque EEUU no hubiera sido atacado. Una encuesta mostró que el 22% de los partidarios de Trump pensaba que podría iniciar una guerra nuclear.
La personalidad de Trump no tranquiliza. Tal y como indicaba la carta abierta de los oficiales en la que se dice que “es fácil de provocar y ataca con rapidez”. En un enfrentamiento, su instinto le impulsa a intensificar la situación, no a buscar un compromiso. Tampoco el general Michael Flynn, el hombre que Trump nombró para dirigir el Consejo de Seguridad Nacional, tiene fama de ser un líder sosegado. Los correos electrónicos filtrados de Colin Powell, ex secretario de Estado del presidente George W. Bush,  sugieren que el general fue destituido como jefe de la Agencia de Inteligencia de la Defensa en 2014 porque era “agresivo con el personal, no escuchaba a los demás, trabajaba en contra de las políticas”. Powell calificó al general Flynn como “un loco de derechas”.
Mientras tanto, casi trescientos millones de europeos podrían estar muy pronto gobernados por partidos que rechazan a los refugiados, que sospechan de los musulmanes, menosprecian a las mujeres y engañan a los trabajadores con falsas promesas de mayor bienestar. Para rematar la debacle numérica, si a los 500 millones se restan en 2017 los 65 millones de británicos víctimas del Brexit, prácticamente tres cuartas partes de la Unión Europea podría estar muy pronto bajo el yugo de la extrema derecha. El periodista y escritor Manuel Florentín señala en su “Guía de la Europa negra” las causas de un ascenso similar de la extrema derecha a principios de los años 90 del pasado siglo: la crisis de valores y la inseguridad generada en los países del este de Europa tras el hundimiento de la Unión Soviética; la inmigración masiva de trabajadores a finales de los años 80; el miedo a la pérdida de soberanía nacional que conllevaba una creciente unidad europea; y la incapacidad de los partidos tradicionales para aportar fórmulas nuevas a un mundo cambiante y tenso.

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