Revista Opinión
Mariano Rajoy aplaude con moderación la firma del president Francisco Camps. Foto de David Pérez.
Camps, orgulloso, tras la firma.
Dibujo de Camps y Rajoy, por Ferreres, en el Periódico.
En Palma de Mallorca, cuna y cementerio de políticos corruptos, se reunió, el fin de semana pasado, la plana mayor del PP y firmó solemnemente el manifiesto del PP contra la corrupción política. María Dolores Cospedal, secretaria general, enumeró los diez principios fundamentales del documento: Austeridad, reformismo, libertad, oportunidades, confianza, diálogo, solidaridad, cohesión, transparencia y regeneración. El citado original, más sustancial en la forma que en el fondo, dice, entre otras vaguedades: “Nos comprometemos a recuperar el prestigio de nuestras instituciones con una acción política responsable y ejemplar. Una acción política que no sólo sea limpia y respetuosa con las reglas y con los procedimientos de nuestro Estado de Derecho, sino que, además, impulse la limpieza y el respeto a esas reglas en todos los ámbitos de la vida pública”.
El acto, más propio de un sainete que de un acto político, tuvo momentos que provocó cierta hilaridad. Sobre todo cuando, Francisco Camps, que llegó con cierto retraso, también rubricó el documento, ante la presencia de Rajoy, comprometiéndose a actuar “ante cualquier denuncia” y exigiendo actuar “con celeridad”. Su intervención fue aplaudida con estruendo y muy pocos sintieron vergüenza por las palabras pronunciadas. Al contrario, la presencia de Camps, imputado en el caso de los trajes que la trama Gürtel le regalara, aunque pendiente de una investigación basada en informes de la Policía y de Hacienda, que apuntan una posible financiación ilegal del PP valenciano, fue avalada por el propio Rajoy. Fueron unos segundos de gloria en los que recibió los aplausos de los suyos y su imagen fue captada por no pocos fotógrafos y periodistas. Aunque Rajoy me pareció algo distante, pero no ausente en el acto. La imagen del president de la Generalitat valenciana no parecía contar con el beneplácito de todos y algunos de los candidatos, prefirieron retirarse a sus habitaciones o refugiarse en la cafetería en lugar de ser captados por fotógrafos o interrogados por periodistas. No obstante, el president de la Generalitat, acompañado por unas 70 personas de su partido, se sintió muy satisfecho por el resultado de la convención. Él había conseguido lo que había ido a buscar. Había demostrado que contaba con el respaldo de los suyos y había recibIdo el espaldarazo que necesitaba y que Rajoy, con su presencia, le había ofrecido.
Éste alabó al PP balear. Dijo que Bauzá, que había decidido no llevar imputados en sus listas, tenía una trayectoria. Que había sido un extraordinario alcalde de Marratxí. Y que su mayor aval era que había sabido gestionar una difícil situación. “Para lo fácil vale cualquiera –dijo, haciendo alusión a los escándalos que la formación balear había tenido que afrontar con su ex presidente, Jaume Matas, por los casos Palma Arena y Ópera–. Para lo difícil no. Y eso es lo que le avala para ser un magnífico presidente de Baleares”. Pero, quien salió mejor fue Camps, que de estrategias sabe más que de limpiezas morales y políticas, y no tuvo reparo alguno en firmar el manifiesto. El cinismo llegó cuando los fotógrafos pidieron una fotografía entre Camps y Rajoy y éste se despidió con un frío saludo y con una frase que resumía el acontecimiento: “Bueno, con esto ya hemos cumplido”.