Revista Opinión

Con cada tajo nos acercamos a ti

Publicado el 11 septiembre 2019 por Carlosgu82

"Al principio todos son iguales; todos gritan, todos lloran. Todos sufren. Incluso los más valientes, aquellos que maldicen nuestra fe, que prometen romper las cuerdas y poner un fin a nuestra vida... Todos son iguales. Todos gritan antes del primer corte.

Luego empiezan el llanto, las súplicas y las promesas. Es impresionante como, desde el más rico al más pobre, todos tienen algo que prometer cuando están al borde del cuchillo. Los miro, en silencio, desolado por la confusión que sienten: No es miedo lo que estremece sus miembros atados. No es rabia lo que motiva sus forcejeos. Es la esencia misma de su carne, sabiendo que pronto volverá a ser una con Él. ¡Alabada sea!

Es necesario que los pedazos se mantengan frescos para llevar a cabo el ritual, por lo que es mejor empezar desde abajo, con cortes superficiales pero firmes en los muslos. Hay que tratar las heridas tras cada extracción para evitar que el sacrificio sucumba a la hemorragia. Después de eso, hay que separar los dedos del hueso. Cuando cae el primero, recobran la fuerza y pierden la cordura, por lo que cada parte del cuerpo debe estar atada por separado para evitar que los nudos se aflojen.

No importa de dónde vengan, cuando pierden ambas piernas, todos aceptan su destino. Nunca sé si es porque también pierden la esperanza de huir, o si en sus delirios han logrado ver lo que se oculta en el Vacío y han comprendido que sirven a un propósito mayor.

Al final todos son iguales; nadie grita, nadie llora. Nadie sufre. Solo queda una mirada vacía en sus ojos sin párpados, y la inerte comprensión que proporciona el hueso desprovisto de mentiras; la tranquilidad de la Unificación de la carne en la Divinidad.

Gloria a G'thiin."

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