Seis meses, setenta y seis posts y más de tres mil quinientas visitas después, Con D de Deporte sigue a tope. Y para celebrarlo nos hemos desplazado a Edimburgo, en el corazón de Escocia, para vivir in situ uno de los mejores espectáculos deportivos que se pueden ver en Europa: El Seis Naciones de rugby. No es la primera vez que lo vivíamos de primera mano puesto que en 2011 visitamos el Stadio Flaminio de Roma en un encuentro entre Italia e Irlanda. Pero esto era diferente.
Los distintos avatares: precios, preferencias etc. nos llevaron finalmente a Murrayfield a las afueras de Edimburgo para disfrutar del partido entre Escocia e Irlanda correspondiente a la tercera jornada del Seis Naciones que se encuentra en disputa en estos momentos. Qué se puede decir de un deporte como el rugby, infravalorado inmerecidamente por su aparente dureza y confundido en no pocas ocasiones con el fútbol americano, al cual se parece en pocos aspectos.
La ciudad de Edimburgo, completamente engalanada para acoger su enésimo partido del Torneo. Se respira rugby en cualquier punto de la ciudad: en las calles, plazas, avenidas y sobretodo en los pubs donde no importa de donde seas, no importa tu nacionalidad o si eres escocés de corazón o irlandés. Yo desde ya afirmo que mi corazón es de color azul con una cruz de San Andrés atravesándolo porque bien lo merecen después de la experiencia de este fin de semana. Y eso que irrumpí en la Ciudad con un polo (de rugby por supuesto) perteneciente al Stade Toulousain que llegó a mis manos por una mezcla de aprecio al Club en cuestión y una más que aceptable oferta económica. Sin embargo, poco he tardado en volver a España con el logo CCC de Canterbury, el Cardo y las siglas R.B.S bordadas en el pecho, amén de un bonito balón Gilbert oficial que, si bien podía haber comprado en cualquier tienda de rugby de por aquí, preferí comprar allí. Cuestiones rugbero-sentimentales.
Tras una breve toma de contacto, el sábado pusimos rumbo a Murrayfield, que se encuentra a medio camino entre el Aeropuerto y el centro de la Ciudad. Decir que eramos tres en el viaje y por una estratagema personal (aunque cruzando los dedos), fuimos cuatro al partido.
Como es habitual en estos eventos deportivos, es imposible perderse. Con 67.000 plazas, Murrayfield es uno de los estadios de rugby más grandes de Reino Unido así que no hay más que seguir el infinito desfile de personas que se desplazan hacia él desde el centro de la Ciudad. Bonito por fuera, de estética sobria y moderna (Remodelado completamente en 1995), por dentro es espectacular, cuidado y elegante con el graderío en tono azul escocés como no podía ser de otra forma. Pero si vacío es bonito, lleno hasta la bandera es increíble.
Y qué decir del ambiente. No se parece en nada al fútbol aun cuando la estética es similar. Pesa la historia en cada rincón. Se nota enseguida que el Seis Naciones es algo más que rugby. Hay pasado, presente y futuro en cada momento. Es como zambullirse en la historia de Reino Unido a través de un deporte. Hay que tener en cuenta que salvo Francia y, muy recientemente Italia (Desde el año 2000), el Seis Naciones se disputa entre las propias Islas Británicas: Irlanda, Gales, Escocia e Inglaterra desde 1883. Por todo ello, el momento de los himnos es tan impresionante como el propio partido y es pecado perdérselos: Ireland`s Call por un lado y Oh Flower of Scotland después. Cada uno tocado por una orquesta distinta y coreados por todo el Estadio. Ni un solo silbido y respeto absoluto, algo de lo que muchos deportes carecen. Personalmente las gaitas del Oh Flower me llegaron muy dentro y se me puso la carne de gallina. Impresionante, de verdad.
Ya centrados en el partido como tal, Escocia no se veía en una tan buena desde 2001. Yo no habría apostado un duro por su victoria pero el rugby es así. Paddy Jackson no es Jonathan Sexton e Irlanda lo notó. Una defensa portentosa de Richie Gray y James Hamilton detuvo una y otra vez las internadas irlandesas. De acuerdo, 0-8 llegó a ponerse el marcador pero pasó factura. Cuatro lineouts perdidos por Irlanda y otros tantos ganados con sufrimiento se unieron a la impaciencia (hasta seis golpes por fuera de juego pitó Wayne Barnes). Laidlaw fue implacable a palos y Escocia remontó el partido hasta ponerse 12-8. Hubo tiempo para una jugada a la mano de Irlanda con el tiempo cumplido que murió en manos de un desconocido y fallón Ronan O`Gara con un mal pase.
Con el pitido final, el éxtasis que se llevó las pocas energías que nos quedaban tras diez minutos de infarto. Todo en Murrayfield contagia hasta el punto de desear la victoria más que nada en ese momento y saltamos de alegría casi sin querer. Esta experiencia se la recomiendo a cualquiera que presuma de disfrutar con el deporte.
Tal vez por eso, las gaitas de Escocia todavía resuenan en mi cabeza. En definitiva, el mejor escenario posible para celebrar los seis meses de vida de este blog.
DAVID ABELLAN FERNANDEZ