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Con ‘Doña Manuela’ llegó el escándalo (1865)

Publicado el 19 agosto 2021 por Aranmb

Sin conocer su curiosa historia, leer el único ejemplar jamás publicado de Doña Manuela se hace un imposible. Tan críptico, tan lleno de referencias difíciles de interpretar por el lector del siglo XXI y, sobrevolándolo todo, una presencia constante: la extrañeza que generaba, aún en un país reinado -que no gobernado- por una mujer, la asociación entre femineidad y política.

Con ‘Doña Manuela’ llegó el escándalo (1865)Cabecera del primer y único ejemplar del Doña Manuela.

Todo empezó, y prácticamente acabó a la vez, el 26 de septiembre de 1865. Ese día, en Madrid, llegó a las calles el periódico político Doña Manuela, que se presentaba a los demás medios como el trasunto de una señora, puesta de pie en medio de su tertulia, toda de hombres, que parece gente política, y como de unos treinta años a lo sumo, la edad de mujer muy aplaudida por Honorato de Balzac. (La Discusión, 28 de septiembre de 1865). Para el lector actual es harto difícil descifrar el intríngulis que hizo que todo ello fuera la motivación de uno de los más grandes escándalos en torno a la prensa decimonónica -que no es poco decir-, pero si le advertimos que por entonces gobernaba el país, ya con escasa popularidad y al remolque de no pocos escándalos, Leopoldo O’Donnell, que a este precedía la fama de hombre tímido, casero y subyugado a su mujer, mayor que él, podrían ya entenderse los siguientes ripios de la portada de la publicación:

Ser presentados a Doña Manuela, en la situación que atravesamos, equivale a clavar la rueda de la fortuna, a heredar un tío en Californias, a sacar el premio gordo de la lotería.

Si, para más inri, nos dicen que la esposa de Leopoldo O’Donnell se llamaba Manuela, Manuela Bargés, ya tienen delante la explicación de lo que se va a montar en aquella España convulsa política y socialmente que veía en la Unión Liberal, el partido de O’Donnell, más una rémora para los tiempos de crisis que cualquier otra cosa. Según Doña Manuela, agárrense los machos, era aquel un…

…partido hembra; con sus infidelidades de boudoir, sus caprichos de toilette, sus coqueterías de salón y sus pequeños odios femeninos. Tenemos, pues, una mujer que es un partido, o lo que es igual, un partido que es mujer.

Se vienen curvas.

De mujeres y política

Con ‘Doña Manuela’ llegó el escándalo (1865)
Leopoldo O’Donnell (1809-1867)

La intencionalidad de Doña Manuela al centrar sus ataques sobre la mujer de O’Donnell estaba claro, y no lo decimos los historiadores a más de ciento cincuenta años del asunto, sino que ya lo reconoce El Pensamiento Español del 30 de septiembre de 1865: Viene a simbolizar el ente abstracto de la parte débil y, por decirlo así, femenina de la Unión Liberal. Y esto, pero no tanto por la parte en que se asimilaba la mujer a lo débil sino por el mero hecho de mezclar féminas y política, enfureció a los medios. Mismamente en el anterior, en el mismo número, se dice que doña Manuela, por su sexo, por su cualidad de señora, y por estar guarecida bajo la inviolabilidad del hogar doméstico, merece respeto, y sin ofensa del decoro y la moral no puede salir a plaza en el inmundo mercado de las pasiones políticas.

Todas las críticas vertidas contra el panfleto seguirán esa línea de la defensa de la mujer como ángel del hogar prodigado por la sociedad burguesa del liberalismo, por un lado, y, por otro, reconvendrán que los verdaderos caballeros españoles no habían de meterse con las damas… ni estas, tampoco, mezclarse en asuntos de política:

(…) Su existencia es un desdoro para nuestra patria, es una mengua para la hidalguía española, un acto profundamente inmoral, y un síntoma de la degradación a que el liberalismo nos ha conducido. | El Diario Español, 1 de octubre de 1865

O también:

Creemos que tomar el nombre de una señora particular, de una esposa, siquiera sea la de nuestro mayor enemigo, de una madre, de una dama, no es propio de escritores, ni de escritores españoles (sic). Don Leopoldo O’Donnell está ahí, juzguémosle con la severidad que merece; combatámosle con todas nuestras fuerzas; logremos arruinar su mal gobierno, su torcida e inmoral política, pero respetemos a su señora, respetémosla como se merece una dama en todo país de gente bien nacida, no sea que mañana veamos en estas luchas ardientes de la política salir a plaza el nombre de nuestras madres, de nuestras hermanas, de nuestras amadas, de los ángeles custodios del lugar, que tienen lágrimas para todas las desgracias, compasión para todos los combatientes, y que deben conservarse tan elevadas sobre nuestros odios como las estrellas sobre el fango de la tierra. | La Época del 3 de octubre de 1865

¡La pucha!

Estalla el escándalo: de la amenaza de muerte a la censura

Con ‘Doña Manuela’ llegó el escándalo (1865)
10 escudos de Isabel II (1865)

El escándalo fue morrocotonudo, pero no solo epistolarmente: también en las calles y entre los partidarios (ya nos ha quedado claro que partidarias… ¡no!) de uno y otro bando. Los responsables de la publicación, en el anonimato, recibieron amenazas de muerte en cuestión de días desde la salida del panfleto, según cuenta La Discusión del 1 de octubre de 1865, que afea al mismo que enseñase al pueblo a murmurar y maldecir subrepticiamente. Las acciones políticas contra el Doña Manuela las adelanta ya La Regeneración del 29 de septiembre, aunque, en mi opinión, el mayor interés del suelto es el que se extraña de que la publicación haya podido salir adelante sin depósito legal ni editor:

(…) Sin otro tener depósito ni editor que la protección del ministro de la Gobernación, y cuyo objeto no es más que designar a las personas de los prelados y a las doctrinas más respetables. Doña Manuela se ha fijado en las personas de los ministros, y los ataca con menos procacidad, aunque con más verdad e intención. Esto ha disgustado altamente a los ministros y a sus servidores, que en la imposibilidad de usar la ley, que dejan violar por su gusto, parece que quisieran pegar a sus redactores.

Doña Manuela contaba con una pronta intervención de la censura gubernamental (y la hubo), pero no así con la muy decimonónica figura de Aureliano Vinyals Bagés, hijo del primer matrimonio de Manuela Bagés, quien se convertiría en el más pertinaz detractor del panfleto. No sin violencia de por medio, Vinyals emprendió una auténtica carrera para descubrir a los responsables del Doña Manuela y retarlos a duelo por su honor. Y encontró, al menos, su redacción, a tenor de la carta que el director del efímero periódico remitió a principios de octubre a todos los medios, quejándose de que ha sido asaltada su redacción, amenazados sus redactores, obligado su editor a desistir de su encargo, celadas sus cajas. Sobre estos ataques apuntaba La Época del 3 de octubre de 1865 que podrían haber sido cometidos ora por la familia de la señora ofendida, ora por el gobierno del país.

El poeta entra en escena

Con ‘Doña Manuela’ llegó el escándalo (1865)
Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

Vinyals negó el extremo de la violencia y dijo que jamás había buscado a los del periódico Doña Manuela con objeto de apalearlos, y exigió que se rectificara el suelto, publicado originalmente en el periódico Los Tiempos. Este, sin embargo, no se desdijo en los términos esperados por el enfurecido hijastro de O’Donnell, que llegó a acusar a su redacción de estar detrás del panfleto anónimo. Con el tiempo se llegó a apuntar, también, a un ex director del ministerio de la Gobernación durante el ministerio Narváez y a un antiguo redactor de El Contemporáneo y Los Tiempos. Este último no era otro más que el poeta Gustavo Adolfo Bécquer, a quien, dicen algunos que retado a duelo al alba por Aureliano Vinyals, no le quedó otra que desmentir el hecho:

Habiéndose dicho en algunos círculos que yo formo parte de la redacción del periódico Doña Manuela, o que lo he inspirado, me encuentro en el deber de desmentir una especie cuyo fundamento ignoro. Abrigo la esperanza de que ninguna de las personas que me conocen darán crédito a un falso rumor que me perjudica, cargándome la responsabilidad moral de escritos cuya índole condeno, y cuyo género repugna a mi carácter.

¿Pudo haber sido Bécquer, realmente, parte implicada en Doña Manuela? Hace unos años, su identificación como uno de los autores de Los Borbones en Pelota, una serie de acuarelas, muchas de ellas de marcado carácter pornográfico y no poco zafio, echó por tierra para siempre la imagen de un poeta pacato que en realidad, a pesar de haber ocupado cargos políticos -fue censor de novelas-, nunca dejó de opinar sobre el desarrollo del país. Pudo ser. Pero el caso es que nunca, ni hasta con el más acerado interés por parte de Vinyals, se supo oficialmente quién o quiénes estaban detrás del Doña Manuela.

Con ‘Doña Manuela’ llegó el escándalo (1865)
Una de las acuarelas más recatadas de Los Borbones en Pelota.

El final

…llegó muy pronto, y no sorprenderá: no hubo más números publicados de Doña Manuela, extinta tras solo un ejemplar en la calle. No por más esperado el desenlace dejó de ser polémico, en tanto en cuanto, y como dice El Pensamiento Español del 5 de octubre de 1865, no solo era doña Manuela Bagés la única persona -ni mujer- atacada por la prensa: ¿no lo era, de forma constante, además, también la mismísima Isabel II? Dice así:

¿Por qué Doña Manuela, que no ofendía directamente más que a personas privadas, ha muerto en su primer número, mientras viven y medran (protegidas o por la ley de imprenta o por la tolerancia de sus intérpretes y aplicadores) tantos periódicos que ofenden directamente a la Reina, a la Iglesia y a Dios?

Con todo, Doña Manuela no plantó batalla a la decisión ministerial, bien porque su salida a la calle hubiera sido una boutade sin ánimo de seguir adelante tras el escándalo, bien porque se arredrase ante las amenazas del hijastrísimo o por lo que fuera. A fin de cuentas, al régimen de O’Donnell le quedaba poco; también al mismo político, que murió en 1867, y, en general, al sistema isabelino, que cayó en 1868. De aquellos efímeros papeles nos quedó un epitafio, diseñado por La Discusión:

Doña Manuela ha sido atacado del cólera morbo unionista, y ha muerto sin defenderse del mal; ha muerto de miedo. ¡Pobre Doña Manuela! Nació insolente y murió cobarde.

¿Habrá necrológica mejor para el propio siglo XIX?

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