Revista Libros
Estaban acostumbrad@s a verle sonreír, a verle evitar besos y anillos con tremenda habilidad.
Cuando escribía versos todas se los atribuían, todas creían que el semen de su ingenio era provocado por las curvas de sus encantos...y no era así.
Puso camiseta a su sueño, hincó la rodilla al suelo y rindió pleitesía a una única dama, que era mujer a tiempo parcial, madre a tiempo completo e interesante por tiempo indefinido.
Todas creyeron que el truhán era ave de paso y que era morador de varios nidos en vez de ser fanático de peli con manta, pizza con tres ingredientes y poca ropa aún siendo invierno. Ron con cola de añadido y aroma de vainilla en el ambiente.
Se le presumía promiscuo, como si ello conllevara ser defectuoso, Mientras el marido bajaba la basura, ellas soñaban con sus palabras. Pecaban, no por pensarle, sí por mantener ese matrimonio que era una farsa. La promiscuidad de pensamiento debería tener más peaje que la de obra, por reiterada y estúpida.
Él no ponía fotos con traje, no se peinaba, no ponía su piel tersa en la cara al nivel de la del glúteo, no lo necesitaba porque sabía que entre los ojos que le miraban estaban los ojos que él buscaba. Quien le quería y apreciaba no se fijaría en ese necio envoltorio perfumado, buscaría más adentro...
Se enviaban canciones encriptadas, se sonrojaban al pensar en que las balas no podrían hacer mella en su afecto porque las corazas, que con años se trabajan, son más duras que un saco de cemento. No miento, lo he probado, no me arrepiento.
Y mientras algunas miraban, soñaban, anhelaban eso que leían y que criticaban porque no comprendían que la libertad de dos están en uno sólo, que la esclavitud de sentimientos es una condena cruel, que el alma no entiende de facturas, que sangran los que sienten y no tienen la sangre congelada.
Enorme gilipollez a la enésima potencia que se tiñe de vulgaridad, con capa de desidia y desamparo, que escuece, que jode, que deja sin aliento, que golpea con impunidad el alma y los afectos, que llora desconsolada por ser infame juzgadora de algo que siempre quiso y nunca dijo, de esconder en silencios la felicidad inmensa, de probar, de permitirse el lujo de fallar, de follar, de vencer, de sentir.
Juego de luces que confunden deseos y realidades, miradas y defectos, sonrisas y lágrimas.
Besos que quedan por dar, besos que nunca se acaban.