El fenómeno ‘Podemos’, que se produjo en las elecciones europeas del pasado 25 de mayo, no deja de llamar mi atención. Reconozco que antes de me había limitado a escuchar alguna que otra intervención de Pablo Iglesias y a leer unas cuantas propuestas sin profundizar demasiado en la formación. A partir del 25M no paro de analizar lo que encuentro sobre qué dicen, cómo lo dicen y por qué lo dicen, tratando, lo reconozco, de encontrar fallos, errores, evidencias… Me suena tan bien que me escama, supongo que como a mucha gente.
Me he marcado como objetivo no quitarle la vista de encima a Podemos hasta las próximas elecciones (algo sencillo teniendo en cuenta su presencia en redes) para ver cómo defienden unas propuestas que comparto en su mayoría, he de decirlo. Mi escepticismo sin embargo no conoce límites a estas alturas en las que ya no vale la presunción de inocencia en lo que huele a política.
Ahora bien, lo que sí me ha quedado claro en las semanas que han pasado desde las elecciones europeas es que existe un acojone significativo por parte de la autodenominada izquierda española. Si algo ha conseguido Podemos, hay que reconocérselo, es dejar con el culo al aire a formaciones como PSOE o IU haciendo algo tan simple como cumplir preceptos que por lógica debería secundar cualquier partido o formación política que se jacte de defender los derechos sociales, la igualdad o la democracia participativa.
Podemos, con actos tan simples como la renuncia de sus eurodiputados al cuantioso sueldo que les otorga la eurocámara o el rechazo a viajar en business (sí, todo lo demagógico que quieran pero inevitable comparar) ha conseguido, no que se avergüencen los eurodiputados socialistas o de izquierda plural (creo que la mayoría perdió esa capacidad cuando ocupó el cargo) pero sí que se alarmen lo suficiente como para darse cuenta de que la cosa pinta chunga para las autonómicas y locales del año que viene.
Mientras, echémonos unas risas con el magistral Joaquín Reyes y su particular versión del cabeza visible de Podemos.