Uno de los detalles a los que le di importancia cero en nuestra boda fue al porta-alianzas. De hecho, pensándolo bien, ni siquiera tuvimos uno. La nuestra fue una ceremonia civil y como nunca habíamos asistido a ninguna, no sabíamos muy bien si aplicar o no ritos más típicos de las ceremonias religiosas, como las arras, el intercambio de anillos, y para ser totalmente sincera, ni nos planteamos cómo se desarrollaría la ceremonia. Así que, a pesar de que todo salió bien, reconozco que hubo momentos de ‘¿y ahora qué hacemos?’ o ‘¿dónde nos ponemos?’.
Buscando inspiración por la red he seleccionado unas cuantas opciones de porta-alianzas bastante alejados de los cojines pomposos (ya veis que no me va mucho la ñoñería). Hoy por hoy, mi favorito es el platito. Pero las posibilidades son infinitas. Desde un delicado nido con huevitos incluidos, a un paquetito de musgo o un corazón de cuerda.
Me gusta la idea de llevar las alianzas en un libro, ¡perfecto para los apasionados de la lectura! Los bastidores, que tantísimo se han llevado de moda para decorar, también pueden servir de porta-alianzas hand-made. Me gusta el uso que se le da a estos juegos de té tan monos, ¡queda tan elegante!
El modelo en miniatura de nuestro primer coche también puede ser un porta-alianzas muy original. Para una boda en la playa, nada mejor que una concha llena de arena. Y nada tan sencillo como customizar una cajita de madera para llevar los anillos.
Para los más atrevidos, nada mejor que sorprender a vuestros invitados con un alcón que os entregue las alianzas (aunque yo por si acaso contrataría un seguro). Si tenéis mascota, que sea ella la que os lleve los anillos. Esta última imagen me ha hecho mucha gracia, un pequeño paje porta-anillos al estilo misión imposible, para tener las alianzas a buen recaudo, ¡sí, señor!
Y vosotros ¿con cuál os quedáis? ¡¡Feliz miércoles!!