SOS Racismo, una oenegé que lucha contra la discriminación o persecución por causas raciales o culturales ha denunciado a un instituto valenciano por impedirle la entrada con hiyab, pañuelo islámico que deja ver el rostro, a Taquia Rejeb, musulmana de 22 años nacida en España y de nacionalidad española.
“Es contradictorio. Te dicen que seas libre y por otro lado no te dejan serlo”, le dijo la chica a un periódico en el que aparecieron numerosos comentarios, muchos aprobando su decisión de no acudir al centro si tenía que quitarse el pañuelo que testifica su fe.
Unos defensores de su postura alegan que las monjas también usan pañuelos, otros acuden a la libertad para llevar lo que se crea conveniente, otros acusan al centro de islamofobia, pero ninguno recuerda que las monjas ya han sido expulsadas de los colegios y de los hospitales no religiosos.
Muchos centros educativos, como ese instituto valenciano, han creado normas de convivencia y educación que impiden a los alumnos vestir de forma que aquello sea una fiesta de carnavales permanente.
Algunos colegios imponen uniformes para igualar a los alumnos, sin importar su religión u origen ideológico, pero, sobre todo, para que no destaque su capacidad económica: quieren ofrecer igualdad de oportunidades en las formas, palabra de la que deriva formación.
Alegar motivos religiosos para romper las normas autoriza a presentarse como se desee en nombre de culturas o religiones, por lo que debe autorizarse también la cárcel de tela, el burka, o que unos etíopes acudan desnudos al instituto alegando pertenecer a la tribu Konso.
O unos católicos que desean expresar su dolor permanente, no sólo en Semana Santa, a los que su fervor les lleva al instituto con capirotes, cirios, encadenados con cilicios y sangrientas disciplinas.
-----------
SALAS
De nuevo, un clásico