Un caso que coleaba desde hace diez años ha sido aclarado por el Tribunal Constitucional. El de la profesora de religión que fue despedida por vivir con un divorciado –según el obispado de Almería, no reunía las condiciones exigibles para defender la moral y doctrina cristiana— y a la que ese Tribunal ha dado, después de diez años, la razón, anulando dos sentencias anteriores que se la daban a la Iglesia.
Aparte del hecho de ver cómo la Iglesia trata de forma dispar las cuestiones de moral --pues ha escondido o trasladado a sacerdotes acusados de pederastia, o ha permitido que el príncipe heredero de la jefatura del Estado español se case con una divorciada y sin embargo despide a una profesora de religión, a la que nunca acusó de ser mala profesora, por vivir con un divorciado—, la cuestión es de cajón, el Estado paga a los profesores de religión y sin embargo son las autoridades religiosas quienes los quitan y ponen con dinero ajeno. Además el TC ha considerado que la profesora no debió sufrir discriminación por cuestiones al margen de su profesión.
Y hay más, en una semana como la que vivimos, un periodo muy importante para la Iglesia, se nota mucho más todavía el poder de la misma sobre la población civil y cree, al igual que Fraga hizo en un momento triste para la historia, que la calle es suya.
Presionando directamente y a través de su organización ultra HazteOir y del ayuntamiento de Madrid, ha conseguido que la delegada del gobierno prohíba una manifestación atea el jueves santo. Convirtiendo a la Iglesia en la única institución contra la que no se puede actuar. Lo curioso es que entre las razones para prohibir la manifestación está la que contempla que: “el recorrido propuesto discurre por una zona con múltiples parroquias y con nombres de calles relacionados con la simbología católica".
Desde luego la delegada del gobierno se ha cubierto de gloria. ¿Me puede alguien decir si es posible convocar un itinerario en Madrid, donde no haya parroquias y calles con nombres católicos? Imposible, En Madrid, lo único que hay más que parroquias son bares, y habría que contarlos. Y mejor no hablar de las calles con nombres de santos u otros de simbología católica. En fin, cuando falta la razón y se trata de prohibir, se buscan excusas.
Con estos hechos se demuestra, una vez más, la que este país no ha terminado la transición y una de las herencias que lleva a sus espaldas es la Iglesia Católica que continúa teniendo un poder incompatible con el laicismo deseado y que cada vez se corresponde menos con la realidad. Menos seminaristas, menos gente que va a las iglesias, menos personal que cumple con los ritos católicos y sin embargo, ahí les tienen ustedes, haciendo prohibir una manifestación porque está convocada por una asociación de ateos y se celebra en Jueves Santo o dando lecciones de moral con doble rasero, como en el caso de la profesora de religión despedida.
Y es que el laicismo, a pesar de que la Constitución, en teoría, se declare aconfesional, es una quimera, y seguimos estando a merced de una Iglesia que cuenta con la colaboración de los poderes públicos. Ya lo decía D. Quijote:
Con la iglesia hemos dado, Sancho
Y tal cual, estamos.
Salud y República