Estas son palabras del Papa Francisco, de auténtica alarma educativa ante los postulados de la teoría Queer. Precisaba el Romano Pontífice que “es preciso reafirmar el derecho de los niños a crecer en una familia, con un padre y una madre capaces de crear un ambiente idóneo para su desarrollo y su madurez afectiva. Seguir madurando en relación, en confrontación, con lo que es la masculinidad y la feminidad de un padre y una madre, y así armando su madurez afectiva […] Los horrores de la manipulación educativa que hemos visto en las grandes dictaduras genocidas del siglo XX no han desaparecido; conservan su actualidad bajo ropajes diversos y propuestas que, con pretensión de modernidad, fuerzan a caminar a niños y jóvenes por el camino dictatorial del pensamiento único".
Palabras que chocan frontalmente con la teoría de la performatividad, que considera que la identidad es performativa porque reproduce un papel, se trataría de una actuación. La identidad no podría basarse en aspectos fijos, como lo son los naturales –el sexo, varón y mujer–, es móvil, cambiante, con respecto al momento y a la actuación. El sexo al servicio de la ideología de género.