Con los huevos al convento
“Y tú, ¿para cuando?”
Van pasando los años y voy llegando a esa edad en la que todas las mujeres a las que me encuentro en entornos nupciales (incluso algunos hombres) me preguntan lo mismo, que me dan ganas de decir “¡pues yo para nunca! ¡Ea! Ya me he hartao”. Así sin miramientos, como si se hubieran acumulado en la misma persona las cuarenta veces que me lo han preguntado. Pero no lo hago. Aguanto. Tiro de la educación que me proporcionaron mis santos padres y solo bromeo sonriente, “noooo, jejeje, a mí no me pillan en esto. Eso espero, jejej”. A lo que siempre alguien responde “eso no se sabe, tú no escupas pa’ arriba”. En fin.
Y es que cuanto más asisto a bodas de amigos, conocidos o desconocidos, como invitada o por trabajo, menos ganas tengo de celebrar la mía. Vale que es una fiesta, que es divertido, que es la gran reunión en tu honor (y el de tu pareja), pero ¿qué es eso de cortar la tarta con una espada? ¿O brindar entrelazando los brazos, o toma y dame las arras, el vestido blanco, el discurso leído, el baile de novios, regalar puros, cortar la corbata,… Por favor, la MARCHA NUPCIAL de Mendelssohn!!!? Es tan empaquetado que como me digas ya que vino Chago a cantarte no me lo quiero creer. Hay cosas que te harán ilusión, pero hay otras que parecen coladas en el pack y que están porque no te has parado a pensar que esa fiesta te está costando 30.000 eurazos (¡más de 40 por minuto!).
![Con los huevos al convento Huevos Convento](http://m1.paperblog.com/i/337/3373279/huevos-al-convento-L-YKQnFX.jpeg)
Pues esta semana me he enterado (en mi ignorancia) de una cosa más que hacen los novios y es llevar huevos a un convento para que no les llueva el día de su boda. Como dice el padre de mi amigo Fer, “y que nos hayan dejado entrar en la Unión Europea”.
Tengo que reconocer que me llamó la atención. Tanto, que al día siguiente subí al convento de las clarisas de La Laguna a preguntar por esta práctica. La religiosa que me atendió me contó que ella y sus hermanas rezan a diario, entre otros, a Santa Clara y que al recibir la ofrenda de los novios (una docena), brindan a la santa sus oraciones para que no les llueva en el casamiento pero, “sobre todo, para que la prosperidad les acompañe el resto del matrimonio, que es mucho más importante”. La razón de esta costumbre no es otra que una asociación lingüística entre la clara de los huevos y la Santa, que es la patrona del buen tiempo. No hay una oración especial ni los huevos son mágicos ni nada de eso. Es una ofrenda en agradecimiento.
Por lo visto se trata de un hábito bastante común al norte de España porque llueve más, claro, pero afirmaba la monja que aquí, en las islas afortunadas, de toda la vida, como se celebre la boda en invierno, aparecen familiares o amigos de los novios con sus huevos al convento, hasta el punto de tener que ponerse las novicias a hacer flanes para gastarlos.
Y salgo del lugar pensando increíbles prácticas ancestrales que se conservan, tiene que ser sencillo hacer un flan, hoy mismo lo busco y aprendo, por si me encuentro en una reunión de repostería y, por no haberme puesto a cocinar, escucho de nuevo: “y tú, ¿para cuándo?”