Revista Cultura y Ocio

Con mi amiga

Publicado el 12 febrero 2015 por Elarien
Con mi amiga Recojo a mi amiga del cole a la salida de su hospital. El plan es puesta al día con comida y paseo de compras. Conduzco hacia el Barrio de Salamanca. Por el camino me cuenta sus últimas vicisitudes como enfermera de quirófano. En las cirugías lo único programado es el parte. A partir de ahí, lo que suceda, es imprevisible. Lo único cierto es que se corre un gran riesgo de sufrir aventuras y desventuras. No hay que buscarlas, surgen, son ineludibles, forman parte inherente del trabajo en quirófano y hay que solucionarlas al momento. No es posible despistarse. La realidad te reclama en cualquier momento.
En hospitalización las cosas son muy distintas, allí generalmente los enfermos no se desmandan, permanecen en sus puestos para recibir la medicación pautada. Las enfermeras se organizan el trabajo y es raro que esa organización se vaya al traste. Ocurre en ocasiones, pero es algo incidental. Sin embargo, en el quirófano, es lo habitual. Mi amiga ha trabajado muchos años en planta y el cambio al quirófano le ha supuesto más sorpresas de las que se imaginaba.
Aparco el coche en Velázquez. A la salida del parking está "El Lateral", he oído hablar de este sitio pero nunca he estado. ¿Probamos? propongo. Entramos. Está hasta los topes, hay incluso lista de espera. Pensamos en dar la vuelta, son casi las tres y media y lo que apetece es comer. El maitre nos asegura que las mesas están pagando. Hacemos tiempo en la barra. Vemos salir un pincho de tortilla, no sé si es por la hora pero la pinta es irresistible. No nos resistimos. Pedimos uno para saborear la espera. Está tan bueno como aparenta.
La carta son raciones, pinchos y ensaladas. Ya en la mesa compartimos un surtido. No está mal pero es mejorable, los pinchos calientes vienen fríos. La ensalada está rica. Lo mejor, sin duda: la tortilla: tierna, cremosa, con cebolla y patata que se deshace en la boca y el huevo sabroso y poco cuajado. Es el único motivo por el que merecerá la pena volver.
Voy concienciada. Sé que salir de compras por el Barrio de Salamanca es garantía de no regresar con las manos vacías. Empezamos con Rimini, en Lagasca. No les quedan rebajas, se las han llevado todas a la tienda de Claudio Coello, 3, al lado del Retiro. A cambio, la ropa de primavera está de oferta, a 29 euros o menos. ¡Qué tentación!
Siguiente parada: El Atelier, en Claudio Coello. Confieso que se trata de un pecado premeditado: telas vaporosas, colores suaves, bordados... Lo poco que les queda de invierno está al 70%. Lo de temporada no tiene descuento pero es precioso. Es un placer mirarlo y aún más vérselo puesto. Probarse vestidos maravillosos es como convertirse por un instante en la princesa de Piel de asno cuando se viste a escondidas con sus vestidos de sol y de luna. Puro narcisismo.
Seguimos por Claudio Coello hacia Goya. Las tiendecitas se alinean una tras otra pero chispea y no nos detenemos demasiado a investigar. Nos dirigimos a Lagasca 27, allí las prendas se aprietan en los percheros y los descuentos sobre los descuentos. Descubrimos un par de vestidos, a la vez clásicos y originales, de La Compagnia Italiana. Perfectos de estilo y precio, uno para cada una.
Hace siglos que no me paso por Divina, en Jorge Juan. Sería un feo no hacerles una visita, estamos al lado. Aquí no se trata de escoger sino de descartar. Hay una blusa irrepudiable, a juego con el nombre de la tienda. También es cierto que la divinidad reclama un tributo.
De camino al coche nos llama el escaparate de Leonce, en Velázquez. ¿Por qué no investigar? Llegado un punto: de perdidos, al río. Benditas rebajas, sin ellas me habría ahogado.
Me acuerdo del pobre House se ha pasado la tarde solo en casa, sin mi compañía. Para resarcirle del disgusto, compro la cena en Mallorca y añado unas torrijas de postre que, al parecer, también ha empezado esa temporada.


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